Nada podría ilustrar mejor la condición secularizada del cristianismo en el siglo XVI que el hecho de que los esfuerzos por reformar el sistema católico romano trajeron dos siglos de las más sangrientas luchas que los hombres habían conocido. Los antecedentes del uso de la fuerza militar para suprimir la disensión religiosa eran muchos y muy antiguos. No había apoyo para ello en las enseñanzas del Nuevo Testamento ni en el ejemplo de los cristianos primitivos. La adopción del cristianismo por Constantino en 312, sin embargo, introdujo el uso de métodos políticos y de armas para la supresión de la disensión religiosa. Sólo en este terreno la supuesta regla benéfica de Constantino probó ser un golpe más mortal para el verdadero cristianismo que las más severas persecuciones de sus predecesores en el trono romano.
En cualquier parte donde podía gobernar a los dirigentes seculares, la creciente Iglesia Católica Romana seguía el ejemplo de Constantino de suprimir la disensión con la espada. Durante el período medieval es probable que la espada secular hiciera más por el crecimiento del poder romano que todos los misioneros de Roma juntos. Las cruzadas representaban en gran manera el detestable espíritu de la coerción militar en nombre de la religión. La caza de herejes y la pena de muerte en la hoguera ocuparon la atención de la mayor parte de los obispos ortodoxos del sistema católico romano hasta 1243, cuando la maquinaria especial de la Inquisición fue preparada por el papado para localizar y suprimir por la fuerza la disensión religiosa.
Las guerras husitas del siglo XV dieron una vislumbre de los horrores que vendrían el siguiente siglo. Julio II (1503-13), el papa guerrero que alardeaba de sus hazañas con la espada, es una figura típica en una época en que la fuerza hacía el derecho, hasta en religión. En el siglo XVI los intentos por reformar la Iglesia Romana produjeron guerras represivas en cuatro países: Suiza (contra Zwinglio), Alemania (contra Lutero), Francia (contra los hugonotes), y los Países Bajos (contra el calvinismo), mientras que la Guerra de los Treinta años del siglo XVII hizo estragos en la mayor parte del continente.
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