La ocasión inmediata para la guerra ocurrió en Bohemia. El emperador Matías (1612-19) prohibió a los protestantes construir ciertos templos, pese a su voto inicial de que toleraría a los numerosos protestantes súbditos de Bohemia. Para empeorar la situación, el dispéptico Matías arregló que su primo Fernando, un católico romano militante, lo sucediera como rey de Bohemia. La reforma protestante se encendió en violencia en Praga, en mayo de 1618, y la guerra se hizo cierta cuando los protestantes bohemios rechazaron a Fernando como su rey el año siguiente, y eligieron en su lugar a un protestante.
La guerra que siguió tuvo cuatro fases distintas.
Gustavo Adolfo (1629-32). — En esta obscura hora para los protestantes, dos nuevos acontecimientos cambiaron el cuadro. El primero fue la pelea entre los diversos dirigentes católicos, seculares y eclesiásticos, por la división de los botines. El segundo fue la intervención] de Gustavo Adolfo, el sagaz y brillante sueco. En 1630 él empezó su invasión de Europa. Al principio los otros protestantes le dieron atención, pero en dos años ya había derrotado todos los ejércitos católicos romanos y era el amo del continente. En su momento de victoria en Lützen en 1632, sin embargo, murió en la batalla.
Peleas indecisivas (1632-48). —Los siguientes dieciséis años trajeron terribles matanzas y gran destrucción de propiedades, pero ningún lado podía conseguir la victoria. Alemania, en particular, si como campo de batalla y sufrió grandemente. A pesar de la oposición oral del papa Inocente X, los agotados ejércitos de cada lado consintieron en terminar la guerra.
Resultados de
Puede haber poca duda de que Francia ganó la guerra. La larga batalla entre esa nación y la línea de los Hapsburgo se resolvió por fin. Los estados alemanes no habrían de recuperarse de la devastación de la tierra en más de una generación, y muchos de sus mejores dirigentes fueron matados. El emperador continuó existiendo de nombre solamente. El papa protestó por el cese de hostilidades, y, de hecho, muy poco tomó en cuenta los términos de Westfalia. El continuó activamente sus esfuerzos de recatoliquizar mediante la subversión y la diplomacia. Generalmente hablando, el sur de Europa continuó siendo católico romano, y el norte, protestante. Los estados alemanes y Suiza incluían a ambos grupos. Es una ironía que los protestantes de Bohemia y Austria, que habían empezado la gran batalla treinta años antes, no recibieron ningún alivio en los términos finales. Esta guerra agotadora aparentemente convenció a
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