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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Fecha del nacimiento de Jesucristo

Jesucristo nació entre los años 6 y 4 a. de J.C. El error al fijar la fecha de su nacimiento ocurrió por que no empezó a calcularse en el tiempo de acuerdo con el nacimiento de Cristo, sino hasta el siglo VI. Se cometió un error de varios años al asignar número a los años que habían transcurrido. El mundo mediterráneo era gobernado por el imperio Romano en el tiempo del nacimiento de Jesucristo. Sus ejércitos habían invadido Palestina desde alrededor de setenta años antes.

La mayor parte de ese tiempo el gobernador de Palestina fue Herodes el Grande. Cuando Herodes murió el 4 a. de J.C.; Palestina fue dividida para que sus tres hijos pudieran compartir la autoridad. Felipe gobernó sobre el área extrema noreste del oriente del Jordán; Herodes Antipas gobernó en Galilea y Perea. Los dos estaban en funciones durante el ministerio de Cristo, y hay referencias a ellos en las Escrituras. Arquelado, el tercer hijo de Herodes, recibió la gran sección central de Palestina (Judea, Idumea y Samaria), pero fue quitado del cargo por el emperador Romano en el año 4, d. de J.C. Para gobernar esta porción de Palestina se asignaron gobernadores Romanos o procuradores. Durante todo el ministerio de Cristo, el procurador fue Poncio Pilato (26-36 d. de J.C.), Que también se menciona en las escrituras.

Descripción del apóstol Pablo


Cualquier persona concienzuda vera como verdadera curiosidad la descripción del apóstol Pablo en Hechos 21:37-40. Pablo había levantado su habitual tumulto, esta vez en el templo en Jerusalén, solo fue salvado de serias heridas a manos del populacho judío por la intervención de los soldados romanos que hacían la ronda en la ciudad.


lograr hablar al pueblo desde las escalinatas del castillo de la prisión, se presentan en rápida sucesión cuatro aspectos de su vida:

(1) hablaba del idioma griego y era ciudadano de una ciudad notable por su cultura griega.

(2) Era ciudadano romano (nótese Hechos 22:25-29, 21:39),

(3) Era judío y hablaba fluidamente el hebreo.

(4) Era cristiano, y daba testimonio del Maestro a su propia raza.

Los diversos elementos reflejados aquí, raciales, lingüísticos y religiosos, sólo son inteligibles cuando se comprende el fondo de Pablo, aquí está la función de la historia eclesiástica: explicar por qué y cómo. Es posible interpretar a Pablo o a cualquier parte del cristianismo sin entender el fondo histórico. Para el período del Nuevo Testamento, éste incluye influencias griegas, romanas y judías. Costumbres, partidos, tradiciones, y alusiones que no tienen significado a menos que se expliquen en términos históricos, aparecen constantemente en el Nuevo Testamento.

Influencia griega en el Cristianismo

Nuevo Testamento Los elementos griegos en el mundo al cual vino el cristianismo, pueden ser trazados desde la conquista de Palestina (y de casi todo el mundo conocido) por Alejandro el Grande en la última mitad del siglo cuarto antes de Cristo. Este soldado macedonio esparció en casi todas partes del mundo conocido la gran cultura y el espíritu de los griegos.


Después de la muerte de Alejandro sus generales militares y sus sucesores gobernaron Palestina por más de un siglo y medio. Sin pretender narrar la notable historia de la vida griega y su desarrollo, las contribuciones sobresalientes de esa raza al movimiento cristiano pueden ser resumidas bajo tres encabezados.

Primero, la filosofía griega, alguna buena y alguna mala, fue esparcida en todas partes. Muy extrañamente, Dios usó tanto la buena como la mala para preparar la venida de Cristo. La filosofía ateísta y escéptica de los griegos desvió a muchos del mundo gentil de la adoración supersticiosa de los falsos dioses, e intensificó el hambre de su corazón por el Dios verdadero. La buena filosofía griega, por otra parte, preparó al mundo para la venida de Cristo, exaltando el valor del espíritu humano y poniendo un alto valor sobre las verdades espirituales y morales. En segundo lugar, el idioma griego llegó a ser el lenguaje común a través de todo el mundo mediterráneo. Aun en Palestina los buenos judíos estaban forzados a aprender el griego para comerciar en los mercados.


El hecho es de mayor importancia de la que puede parecer a primera vista. Entre otras cosas, los misioneros de Cristo pudieron empezar su trabajo inmediatamente sin esperar a aprender un nuevo idioma. Más aun: la presencia de un idioma común daba un sentido de unidad a las diversas razas. Fíjese que la actual expresión familiar "él habla mi idioma" sugiere una unidad básica.


Finalmente el idioma mismo era maravillosamente adecuado. Los griegos habían desarrollado un idioma que hacía posible expresar con claridad precisión las grandes verdades de la revelación cristiana. El era el idioma de la mayor parte (si no de todo) del Nuevo Testamentó.

En tercer lugar, el espíritu griego hizo su contribución al movimiento cristiano. Es difícil poner en palabras este espíritu, pero incluía un intenso amor por la verdad, una visión que tenía un amplio alcance, y una iniciativa que era osada y temeraria.

La Influencia Romana en el Cristianismo

La constante protección obtenida por Pablo por ser ciudadano romano sugiere la contribución del imperio romano al movimiento cristiano. Históricamente, el gobierno griego en Palestina terminó alrededor del año 167 a. de J.C., cuando los patriotas judíos bajo Judas Macabeo derrotaron a los griegos. En el año 63 a. de J.C., después la independencia judía de casi un siglo, los soldados romanos se apoderaron de Palestina. Una mirada al Nuevo Testamento revela la evidencia del gobierno romano. Habla de centuriones romanos, de guardias romanos, de carceleros romanos, de castillos romanos, de gobernadores romanos. Una de las preguntas que los fariseos hicieron a Jesús tenía que ver con si un buen judío podía servir a Dios bajo el gobierno romano. La impopularidad de Mateo, el publicano, venía del hecho de que él cobraba impuestos para Roma.
El gobierno romano en el mundo, cuando Jesús nació, no fue ni bueno ni completamente malo en su efecto sobre el cristianismo. El fuerte gobierno centralizado de Roma proporcionaba una medida de paz y protección. Roma no permitía que ninguna clase de violencia tuviera lugar dentro de los límites de su imperio, para que el alboroto no sirviera como excusa para una revolución política. Esto hacía posible que los misioneros cristianos se movieran entre las diversas razas del mundo mediterráneo con un mínimo de fricción política. Los ciudadanos romanos como Pablo eran protegidos de trato injusto por los oficiales locales. El sistema de caminos romanos y las rutas marítimas hacían que los viajes fueran menos peligrosos y más convenientes. Doscientos años después el lenguaje de los romanos sería adoptado como el principal medio de expresión religiosa.
Por otra parte, el gobierno mundial de Roma llegó a ser el gran enemigo del cristianismo antes de finalizar el primer siglo. Se verá que la mente romana tenía poca comprensión del valor del alma del individuo, escogiendo en cambio, agotar la devoción religiosa al servicio del estado. Los ejércitos romanos adoptaban los falsos dioses de cada nación que conquistaban, requiriendo solamente que a su vez la nación subyugada aceptara los dioses romanos, incluyendo al emperador romano. Cuando los cristianos rehusaban adorar al emperador romano, sufrían severas persecuciones.

La Influencia Judía en el Cristianismo

La nación judía proveyó el fondo inmediato de Cristo y de todos sus primeros discípulos. La historia de los judíos, como es narrada en el Antiguo Testamento, es demasiado bien conocida para repetirla en detalle. Dios escogió una familia de fe que, bajo el cuidado divino, se desarrolló hasta ser una nación.


Varios factores se combinaron para traer una división política alrededor de 975 a. de J.C. El reino del norte fue llevado a la cautividad asiría alrededor del 722 a. de J.C. El reino del sur permaneció hasta alrededor del 587 a. de J.C., cuando oficialmente cayó ante los babilonios. Alrededor de setenta años después, el imperio persa permitió a los remanentes del reino del sur regresar a Palestina. Permanecieron sujetos a los persas hasta alrededor de 334 a. de J.C., cuando Alejandro el Grande los conquistó.


El período griego (334-167 a. de J.C.), el siglo de independencia judía (167-63 a. de J.C.), y el principio del gobierno romano (63 a. de J.C.) traen la historia del pueblo judío hasta la era neotestamentaria Durante esta larga historia, el pueblo judío estuvo, hasta cierto punto inconscientemente, haciendo preparativos para la venida Cristo.


Preservó cuidadosamente la revelación que Dios le había dado. A través de la adversidad y la cautividad, dos grandes verdades se grabaron con fuego en sus almas: primero, que sólo hay un Dios para los hombres; y segundo, que la relación de Dios con los hombres es personal, no nacional. Antes de la cautividad babilónica, los judíos habían caído frecuentemente en la idolatría y el politeísmo, pero des pues de su regreso a Palestina se convirtieron en celosos maestros de la verdad de que Dios es uno (monoteísmo).


Mientras residían en Palestina, los judíos algunas veces habían concebido a Dios en términos nacionales, pero en la cautividad su aislamiento de cualquier recordatorio material de una deidad nacional los hizo comprender que el individuo debe comunicarse con Dios por medio del espíritu.


Valieron la pena las experiencias de la cautividad babilónica para aprender esta lección.Aunque algunos, como Jonás, eran renuentes a testificar a lo gentiles, el mundo entero se familiarizó con las creencias y prácticas de los judíos. Muy temprano en el período griego empezó un movimiento conocido como la Dispersión.

La Dispersión del pueblo Judío

Esto fue el cambio voluntario de gran número de judíos de Palestina a casi cualquier parte del mundo mediterráneo.


Dondequiera que iban, los judíos hacían numerosos prosélitos para su religión, estableciendo sinagogas para enseñar la revelación de Dios, para dar testimonio de la soberanía del único Dios, y para examinar los cielos en espera del Mesías. Esta levadura preparó el mundo para la venida de Cristo.

Las instituciones y los partidos que son parte tan íntima de la historia del Nuevo Testamento tienen su fondo en estas experiencias históricas. La sinagoga se estableció como un lugar de enseñanza y adoración durante el cautiverio babilónico, cuando no había templo. El lugar prominente que tuvo después del regreso de los judíos del exilio, produjo los grupos conocidos como escribas intérpretes de la ley.


Al principio, su deber principal era copiar las Escrituras, pero dado que llegaron a ser expertos en lo que las Escrituras decían, sus deberes ampliados para incluir interpretación e instrucción escrituraria.


Tal vez el contacto entre las ideas religiosas judías y persas contribuyo a producir el partido conocido como los esenios, que surgió probablemente alrededor del año 150 a. de J.C. Este grupo incluía alrededor de cuatro mil individuos en tiempos de Cristo, y se caracterizaba por una ortodoxia rigurosa, el celibato, la propiedad común, y la eliminación de sacrificios de animales en el culto.


Los fariseos indudablemente se desarrollaron de las tendencias separatistas cuando las proposiciones de los samaritanos fueron rechazadas durante los días de Esdras y Nehemías (alrededor del año 500 a. de J.C.) Durante la de los Macabeos (que empezó aproximadamente en 167 a. de J.C.), este partido tomó una forma distinta. En el Nuevo Testamento descritos como de criterio estrecho, fanáticos, y hasta cierto punto, hipócritas. Eran numerosos y populares en los tiempos de Jesús, y pugnaban por la tradición sobrenatural y la exactitud ceremonial.


Los saduceos probablemente surgieron durante el segundo siglo antes de Cristo Simpatizadores de las culturas griega y romana, representaban el liberalismo político y religioso. Su racionalismo los llevaba a negar la resurrección y la providencia divina, a rechazar toda la tradición y a exagerar libertad de la voluntad humana.


Los samaritanos surgieron de los matrimonios mixtos de los judíos que habían quedado en Palestina después de iniciarse el cautiverio babilónico, con gentiles que habían sido traídos al país. Los herodianos eran los patriotas políticos judíos que respaldaban a la familia de los Herodes contra Roma. Los zelotes fueron probablemente los herederos de la tradición de celo ferviente de los Macabeos, por quitarse el yugo extranjero.

Jesucristo (4 a. de J. C. a 30 d. de J. C.)

En este mundo nació Jesucristo. Prácticamente todo lo que se sabe de su vida terrenal puede encontrarse en los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y en Juan. El Evangelio de Juan describe la naturaleza eterna de Jesús y su existencia preencarnada; Mateo y Lucas dan cuenta de su genealogía humana. Es probable que Mateo dé la genealogía de José mientras que Lucas da la de María. Solo Mateo y Lucas relatan el nacimiento y la niñez de Jesús y de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. Todos los Evangelios hablan del ministerio de Juan y ven la vida de Cristo desde diferente punto de vista.

El nacimiento de Jesucristo ocurrió aproximadamente el año 4 a. de J.C. Esto significa que Cristo en realidad principió su ministerio publico alrededor del 27 d. de J.C., y fue crucificado cerca del año 30 d. de J.C. El ministerio del Señor puede ser dividido convenientemente en siete secciones (1) Su ministerio inicial en Judea, descrito principalmente en el Evangelio de Juan, incluye el llamamiento de los primeros discípulos y la primera limpieza del templo.

(2) El gran ministerio en Galilea cubre el principal período de la obra de Cristo, y duró alrededor de un año y medio. Durante este tiempo el Señor fue rechazado en Nazaret, se mudó a Capernaum, escogió los doce apóstoles, presento el Sermón del monte, y viajó a Galilea tres veces.

(3) Sus diversas retiradas de la presión de las multitudes le dio oportunidad para dar instrucción especial a sus discípulos, para obtener la gran confesión Cesárea de Filipo, y para la experiencia de la transfiguración.

(4) su ministerio posterior en Judea se extendió por cerca de tres meses, y es descrito por Lucas y Juan. Está centrado en la asistencia de Jesús y sus discípulos a la fiesta de los tabernáculos y dedicación en Jerusalén.

(5) Su breve ministerio en Perea es narrado por los cuatro Evangelios y está caracterizado por los milagros finales, las parábolas y las profecías de su resurrección.

(6) La última semana en Jerusalén es trata­da con todo detalle por el Evangelio de Juan. Empieza con la entrada triunfal y termina con la crucifixión.

(7) El ministerio después de la resurrección de Jesús, que duró cerca de cuarenta días antes de su as­censión, marca el fin de la narración del Evangelio.

El periodo de testimonio local (30 a 45 d. de J.C.)

Los primeros doce capítulos de Hechos describen la historia del movimiento cristiano durante los primeros quince años después de la muerte y resurrección de Cristo. El Espíritu Santo fue dado de acuer­do con la promesa de Cristo, para dar poder para testificar en un mun­do hostil, para traer la presencia de Cristo, para dar comunión y for­taleza y para dar la dirección de Cristo al iniciar movimientos impor­tantes.


En Pentecostés fueron salvados hombres de todas partes del mundo, e indudablemente regresaron a sus propias ciudades a esta­blecer iglesias cristianas. La persecución, la necesidad, y las disputas internas, eran sólo obstáculos temporales (ver Hechos 3-6). El martirio de Esteban marca un punto decisivo en dos respectos: empezó la persecución que saco a los cristianos de Jerusalén hacia Judea y Samaria llevando su tes­timonio; y movió profundamente a Saulo el perseguidor hacia una conversión personal a Cristo.


El testimonio local se extendió por la predicación de Pedro a los gentiles (por lo que se le pidió dar una explicación ante la iglesia de Jerusalén), la fundación de la iglesia gentil de Antioquia, y por el martirio, de Jacobo, el hijo de Zebedeo.

La conversión de Saulo, su preparación para el servicio, y su ministerio en Antioquia, proveen el fondo para la segunda etapa del desarrollo cristiano.

EL Período de Expansión Misionera (45-68 d. de J.C.)

Bajo la dirección del Espíritu Santo se inició una nueva dirección en el testimonio, con el principio de los viajes misioneros de Pablo y Bernabé. Pablo es la figura central en cuando menos tres grandes viajes misioneros entre los años 45 y 58, hasta que fue apresado en el templo de Jerusalén.


Durante esos trece años él escribió dos cartas a la iglesia de Tesalónica, dos a la de Corinto, una a los gálatas, y una los romanos. Después de su prisión en Roma en el año 61 d. de J.C., él escribió las cartas conocidas como Filemón, Colosenses, Efesios, y Filipenses. Probablemente fue puesto en libertad por cuatro o cinco años, pero no se conoce el límite de sus viajes durante este tiempo. Sus dos cartas conocidas como 1 Timoteo y Tito, fueron escritas durante este tiempo.


La tradición sugiere que él pudo haber ido hasta Espa­ña en un viaje. Fue puesto prisionero otra vez en Roma alrededor del año 67. Inmediatamente antes de su muerte a manos de Nerón, escribió 2 Timoteo. Es muy posible que la tradición sea correcta al hablar de una extensa actividad misionera desplegada por otros apóstoles, pero tales relatos son muy pobres y muy lejanos de la ocasión para ser de mucho valor.


Es sabido que la actividad misionera de Pablo da cuenta de la fundación de prácticamente todos los centros cristianos importantes del primer siglo. A través de sus esfuerzos se establecieron iglesias en algunas de las ciudades más fuertes del imperio.

martes, 16 de septiembre de 2008

Por la pure­za doctrina y práctica cristiana


Al mismo tiempo que el cristianismo se enfrentaba a su prueba más severa del exterior, también estaba luchando por retener su pure­za original de doctrina y práctica. De las dos batallas la segunda era más importante; sin embargo, cuando la primera fue ganada, la se­gunda aunque no se perdió completamente, sí infligió grandes y terri­bles heridas sobre el cristianismo.



Los escritos cristianos más antiguos fuera del Nuevo Testamento son de interés porque revelan la condición interna del cristianismo e indican la dirección del pensamiento. Seis escritos primitivos (además de varios fragmentes) han sido conservados.


(1) Una carta escrita al­rededor del año 96 d. de J.C., por Clemente, pastor de Roma, en respuesta a una dirigida a él por la iglesia en Corinto, es probablemente típica de muchas cartas semejantes escritas por los diversos obispos influyentes de todo el imperio. Parece que la iglesia de Corinto había depuesto algunos presbíteros que habían sido nombrados por los apóstoles. Clemente urge a la iglesia a volver a esos hombres a su ofi­cio, y comenta con amplitud sobre los males de los celos y divisiones.


(2) Una carta titulada la "Epístola de Bernabé" (pero probablemente no fue escrita por Bernabé el colaborador de Pablo) se ha conservado. Su énfasis principal está sobre la superioridad del cristianismo sobre el judaísmo. Este escrito puede fecharse entre 70 y 135.


(3) Se ha levantado mucha controversia sobre las epístolas de Ignacio. Los eru­ditos disienten acerca de muchas epístolas que Ignacio escribió, respecto a la genuinidad de muchas referencias en las epístolas, y acerca del texto correcto de las cartas. Algunos le asignan, doce cartas a él, otros siete, y algunos siguen una versión Siria que le concede sólo tres epístolas. Si son auténticas, estas cartas parecerían haber sido escritas por el año 115, después que Ignacio había sido condenado a muerte por el emperador Trajano.


Estas cartas contienen muchas exhorta­ciones a las iglesias a ser fieles a los obispos, presbíteros y diáconos que Dios les había dado. La carta a la iglesia de Roma, en particular, reitera constantemente el deseo de Ignacio de ser devorado por los animales salvajes en la arena, como un mártir de Cristo.


(4) Una ale­goría religiosa llamada El Pastor de Hermas, escrita alrededor del año 140, tuvo mucha influencia en el siglo segundo. Está formada de cin­co visiones, doce mandamientos y diez similitudes, con el intento de promover la pureza y la fidelidad.


(5) La epístola de Policarpo data del año 116, aproximadamente. Policarpo era pastor de Esmirna. Era muy importante porque era discípulo íntimo del apóstol Juan y maes­tro de Ireneo, un prominente escritor del segundo siglo. La epístola de Policarpo consiste principalmente de citas bíblicas dirigidas a inculcar la pureza en doctrina y la constancia en el servicio.


(6) La Didache o Enseñanza de los Doce Apóstoles no fue descubierta hasta 1883. Pero muchos la han aceptado como un escrito genuino del primero o segundo siglo. Parece haber sido un manual preparado por un judío; cristiano para usarse en una comunidad judío-cristiana. La sección más controvertida es el capítulo siete, que describe el bautismo como trino, pero que permite derramar agua en la cabeza si no hay suficien­te agua para sumergir.



Estos, escritos cristianos primitivos reflejan un cristianismo puro y saludable. El fuerte énfasis sobre la obediencia a los oficiales de la iglesia en Ignacio (si realmente son las cartas de Ignacio de 115 y no contienen interpolaciones posteriores) muestra la tendencia que más tarde se convirtió en una corrupción del modelo del Nuevo Testamento. Otros escritos posteriores a estos asignados a Ignacio, sin embargo, no muestran evidencia de esa tendencia. Principalmente, estos escritos muestran el uso extensivo de las Escrituras como autoridad, dan gran cantidad de buenos consejos y aspiran a producir pureza de vida y fidelidad en el servicio.



Más tarde en el segundo y tercer siglo el cristianismo se enfrento a varias luchas internas, que pueden ser bosquejadas bajo cuatro en­cabezamientos, como sigue: la lucha contra la dilución del cristianismo; la lucha contra especulaciones inadecuadas de Cristo y la Trinidad; la lucha contra las corrupciones paganas; y la lucha contra la disminución de las normas cristianas.

El gnosticismo y su énfasis en la naturaleza del mal



El cristianismo se hubiera destruido si hubiera, como el sistema religioso romano, incorporado en sí otras religiones. Hubo varios esfuerzos por alterar el carácter del cristianismo intentando añadirle una parte o el todo de otros sistemas religiosos.


Intento de Diluir con el Legalismo.- El primero de esos esfuerzos intentaba combinar el judaísmo con el cristianismo. Tal movimiento empezó durante la vida de Jesucristo, y él acentuó la imposibilidad de poner vino nuevo en odres viejos.


Los judaizantes que acechaban a Pablo intentaban mezclar el legalismo de los judíos con el movimiento espiritual cristiano. ¿Cómo se hace cristiana una persona? El judai­zante contestaría que debería primero hacerse judío, llenando ciertos requisitos legales, y después cambiarse al medio de lo que Jesús había añadido al judaísmo. Esta perversión, a la que Pablo se enfrenta en la carta a los Gálatas, fue la ocasión del primer concilio eclesiás­tico en Jerusalén, en el año 50.


Un número de partidos surgió, tomando nombres como ebionitas, nazarenos y elcitas. Insistían en considerar a Cristo simplemente como un profeta judío y al cristianis­mo como una extensión del judaísmo. Dado que el judaísmo había dis­minuido grandemente en la destrucción de Jerusalén (70) y en la guerra judía (132-35), y como los gentiles muy pronto dominaron el cristianismo, estas diversas sectas judío-cristianas murieron muy pron­to en los primeros siglos. La influencia de su pensamiento legalista, que involucra el mérito de la obediencia y las obras, no ha muerto todavía.


Intento de Diluir con filosofía. — Un segundo esfuerzo por diluir el cristianismo tuvo su fuente en la especulación judía, aunque fue adoptada por los filósofos gentiles, y en su estado desarrollado realmente se convirtió en anti-judía en sus enseñanzas. Este movimiento tomó el nombre de gnosticismo, que significa conocimiento, porque sus seguidores pretendían tener un conocimiento especial de Dios y del mundo que el resto de la raza humana no tenía. Sus raíces se encuentran en los escritos judíos como los de Filón de Alejandría (20 a. de J.C. a 40 d. de J.C.) Como un sistema desarrollado completamen­te por filósofos gentiles.


El gnosticismo puso énfasis en la naturaleza del mal, la naturaleza de Dios y su relación con el mundo, y en el significado del actual orden de la existencia. La definición de la natura­leza del mal forma una idea central en el gnosticismo. Se hizo el inten­to de aislar el mal afirmando que residía en la materia o cosas mate­riales. Si una cosa tenía masa, era mala; la bondad se encontraba en el espíritu. Así se seguía que una silla es mala, una casa es mala, el mun­do físico es malo, el cuerpo físico de un hombre es malo.



Algunas inferencias trascendentes, decididamente antijudías en naturaleza, seguían esta definición del mal. Si el mundo físico era bue­no y el Antiguo Testamento judío pensaba que en el principio Dios ha­bía creado este mundo físico, entonces la naturaleza de Dios estaba comprometida, porque ¿cómo podía un Dios perfecto crear un mundo malo? En respuesta los gnósticos tomaron la posición de que el Jehová del Antiguo Testamento no era el verdadero Dios sino una creación inferior del verdadero Dios.



En este punto los muchos sistemas gnósticos ofrecían varias expli­caciones de la creación. Muchos de ellos enseñaban que el mal irrum­pió en la vida completamente espiritual antes de la creación del mun­do, desarrollando la envidia y el orgullo espiritual, trayendo como consecuencia la prisión de las almas puras de los hombres en cuerpos malos.


El buen Dios, continuaban ellos, era demasiado santo. Para crear un mundo malo, pero para proveer un lugar para habitación hu­mana, este buen Dios formó un ser divino un poco menos santo que él mismo, habiendo continuado este proceso hasta que, finalmente, después de una serie de dioses o eones descendentes, fue creado el Jehová del Antiguo Testamento.


Era a tal punto menos santo en esta etapa, que no tuvo dificultad para crear un mundo malo. De esta ma­nera los gnósticos engrandecían la completa santidad de Dios y al mismo tiempo daban cuenta de la creación de un mundo malo con la autoridad final del verdadero Dios.


Conceptos relativos a Cristo siglo I


La pregunta de Jesús a los discípulos en Cesárea de Filipo: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?" no fue contes­tada de manera que evitara una pregunta similar durante los siglos si­guientes. El lema del judaísmo por más de, mil años ha sido su Shema versículos de los Libros de Deuteronomio y Números que se recitan en las sinagogas "Oye, oh Israel, el Señor tu Dios uno es." El Nuevo Tes­tamento describe a Cristo como Dios y al Espíritu Santo como Dios. El cristianismo del segundo siglo reflexionaba mucho sobre la pregunta de cómo el Cristo encarnado podía ser Dios sin afectar la unicidad de Dios. Cinco opiniones principales que intentan responder a esta pre­gunta pueden ser brevemente resumidas.


Una opinión resolvió el problema negando la filiación eterna de Cristo. Este grupo era conocido como los "alogoi" (que literalmente significa "el Verbo no" —refiriéndose a Juan 1:1). Como su nombre sugiere, negaban que Cristo fuera el Verbo, la expresión de Dios, in­sistiendo en que no había Trinidad, puesto que Dios es uno. Cristo, de­cían ellos, era un gran Maestro, pero no divino.


Una segunda especulación declaraba que Cristo nació sencilla­mente como hombre, pero que Dios lo adoptó. La doctrina principal explica el nombre de "adopcionismo" dado a esta teoría. Aunque esta­ban de acuerdo en la idea de que Jesús era adoptivo de Dios de una manera especial, los seguidores de este concepto diferían en varios puntos unos de otros. Un popular punto de vista declaraba que Jesús fue adoptado en su bautismo cuando la paloma descendió del cielo y la voz de Dios anunció: "Este es mi Hijo amado en quien tengo com­placencia." Fue en este tiempo cuando el poder divino descendió so­bre Jesús —por esa razón el punto de vista es llamado algunas veces "dinamismo", queriendo decir "habilitado"— y permaneció con él como maestro y sanador hasta la experiencia de la cruz. Su lamento: "¿Por qué me has abandonado?" era interpretado como indicio de que entonces el poder divino lo había dejado. Después de todo, se argumen­taba, Dios no podía morir en la cruz, así que cualquier divinidad que Jesús hubiera recibido en su bautismo le fue quitada antes de su muerte. En este sentido, entonces, Cristo vino a ser el Hijo adoptivo de Dios sólo por un breve período de su ministerio terrenal, y la doctri­na de la Trinidad no es necesaria.


Una tercera especulación decía que Cristo era divino pero subordinado al Padre. Tal concepto eliminaría la necesidad de una doctrina de la Trinidad, porque aunque Cristo era divino, era menos que Dios el Padre, y así no podía ser uno con el Padre en esencia.


Un grupo adelantó la idea de que Cristo era solamente otro nombre de Dios. Esta escuela de pensamiento argumentaba que cuando Cristo nació en el mundo en la experiencia encarnadura, fue Dios el Padre el que nacía, y que no se quedaba el Padre en el cielo. Cuando Cristo subió otra vez a los cielos, se convirtió en Dios el Padre. Y cuando el Espíritu Santo fue concedido en poder en Pentecostés, el cielo se quedó vacío otra vez. En otras palabras esta especulación decía que el hijo y el Espíritu Santo eran simplemente Dios el Padre en otra modalidad o función. De esta idea el movimiento obtuvo su nombre de “modalismo".


Muchos seguían el concepto ortodoxo de que Cristo es una esencia con Dios, y que la identificación de las tres personas en la Deidad en ningún sentido afectaba el monoteísmo básico del Antiguo Tes­tamento.


Estos diversos conceptos relativos a Cristo y a su relación con la Trinidad fueron reunidos en la controversia arriana..

Las ordenanzas sim­bólicas del Nuevo Testamento


Los principales convertidos al cristianismo después .del primer siglo eran gentiles o paganos, la mayor parte de los cuales habían sido ganados para el cristianismo de otros fondos religiosos. No es de sor­prender, entonces, que muchas de las ideas corrompidas de esos siste­mas religiosos contemporáneos se hubieran reproducido hasta cierto Punto en el movimiento cristiano. Algunas de esas tendencias paga­nas son las siguientes:


Fetichismo. — Todas las formas de paganismo exageraban la vasta importancia de exterioridades religiosas, cosas y acciones. Los cristianos primitivos eran llamados despectivamente ateos, porque no tenían evidencias materiales de su celo religioso. Tales exterioridades empezaron a ser añadidas al cristianismo en los siglos segundo y terce­ro. Los huesos de los santos empezaron a tener santidad; las posesiones religiosas y el signo de la cruz empezaron a dar evidencia externa de piedad. La verdadera religión empezó a ser juzgada por la participa­ción en los actos religiosos y la posesión de reliquias sagradas.


Sacramentalismo. — Íntimamente relacionada a este desarrollo estaba la nueva actitud hacia las ordenanzas. Las dos ordenanzas sim­bólicas del Nuevo Testamento eran el bautismo y la cena del Señor. Recibieron el nombre de "sacramentos" (del juramento militar latino de lealtad); se creía que los mismos elementos físicos poseían salva­ción y gracia espirituales. El agua del bautismo empezó a tener una eficacia salvadora. De acuerdo con Justino Mártir (alrededor del 165), el bautismo completa la salvación; Ireneo (alrededor del 185) desca­radamente declaró que el bautismo es el nuevo nacimiento y trae re­generación. En los escritos de Ireneo está la primera evidencia de que tal vez para entonces los infantes fueran sometidos al bautismo, lo que confirmaría la idea de que el agua bautismal, sin relación con el arre­pentimiento, trae redención. El pan y el vino de la cena del Señor fueron llamados "la medicina de la inmortalidad" por Ignacio (alre­dedor del 115) — tal vez en lenguaje simbólico, pero para el tiempo de Ireneo se declaraba rotundamente que después que el pan ha sido con­sagrado ya no es pan común. En algún sentido se le ha dado un nuevo carácter que lo capacita para trasmitir gracia espiritual a los hombres.


El Sacerdocio. — No sólo el sistema judío sino todos los cultos paganos antiguos requerían sacerdotes y rituales como parte de su culto religioso. La introducción de ideas paganas de eficacia mágica exter­na en los ritos del bautismo y la Cena demandó que tal "ma­gia" fuera preservada asegurando a los hombres que estuvieran preparados y calificados para administrarlos. El concepto se hizo corriente respecto a que sólo el obispo o los preparados y autorizados por él podían sacar eficientemente la gracia residente en estos ritos.


De esta manera la salvación llegó a identificarse con los ritos del bau­tismo y la Cena, y éstos eran efectivos sólo bajo la supervisión del obispo. Deidad Femenina. — Todas las religiones paganas del mundo antiguo tenían su deidad femenina. Hasta los gnósticos tenían un equivalente femenino de su deidad. Los convertidos de esos sistemas rápidamente exageraron el lugar de la virgen María hasta que ella llegó a ser objeto de adoración y culto.


Profesionalismo. — Jesús dijo que los reyes de los gentiles se ense­ñorearían de ellos, pero que entre los cristianos el servicio y la humildad caracterizarían a los líderes. Esta escritura se olvidó cuando los obispos empezaron a procurar señorío y autoridad en la esfera eclesiástica. Copiando de prácticamente todas las religiones paganas, los líderes cristianos empezaron a hacer una distinción entre el carácter sagrado del grupo interior que administraba la religión y el resto de los mortales. Los mismos nombres adoptados en el cristianismo mues­tran la actitud oficial de autoridad, porque clero significa "los que han sido llamados de Dios”, mientras que laicismo significa "el pueblo".

El Movimiento del Montañismo


Movimientos durante los primeros siglos, que, aunque separados y distintos, sin embargo se sobreponen y hasta cierto punto se incluyen uno al otro. Todos aceptaban la corrupción de su tiempo respecto al bautismo como una ordenanza salvadora, pero todos pro­testaban contra permitir a los indignos —ya fueran los que habían negado a Cristo en la persecución o que habían entregado la Sagrada Es­critura para ser destruida— que recibieran o administraran los bene­ficios de una iglesia y los sacramentos salvadores.


Montañismo. — Entre los años 135 y 160, Montano, aparentemente un recién convertido del sacerdocio pagano, repentinamente empezó a reconvenir a los cristianos de Asia Menor donde vivía, acusándolos de aceptar ideas gnósticas, de seguir la dirección humana en vez de al Espíritu Santo en la vida de la iglesia y la organización, y de ser criminalmente laxos en la disciplina cristiana. Con dos mujeres ayu­dantes, Priscila y Maximila, denunció a los obispos de su área por su falta de espiritualidad, y declaró que ellos no estaban calificados para su oficio, puesto que les faltaban los dones propios del Espíritu Santo.


Montano exageró dos doctrinas distintivas. La primera era un énfasis sobre el Espíritu Santo. A veces la predicación de Montano sugería que él mismo era el Espíritu Santo prometido por Cristo. El pretendía una inmediata inspiración para él mismo y para sus ayudantes, de manera que sus palabras eran autoritativas, aun más allá de las Escrituras.


El énfasis sobre la disciplina cristiana fue la segunda de las doc­trinas. Montano predecía que Cristo vendría en breve a empezar, su reinado milenial en la pequeña región de Frigia donde Montano vi­vía. Puesto que esto era cierto, los cristianos debían estar completa­mente separados del mundo y prepararse para el reino de Dios. El di­señó una lista distinguiendo entre pecados mortales (los que traen condenación) y los pecados veniales (los que son perdonables). Los clérigos, en particular, deben seguir una ética más estricta que los cristianos ordinarios. En el tiempo guando los cristianos estaban sien­do perseguidos de muerte, Montano advirtió que si un cristiano se es­capaba de sufrir o negaba la fe, traería condenación total y final. Los sufrimientos físicos y las penalidades similares por Cristo purificaban y fortalecían el espíritu.


Tan rígidos residuos de mundanalidad, agu­dizados por el ejemplo de Montano, tuvieron gran influencia para em­pujar el movimiento monástico un poco más tarde. El convertido so­bresaliente de Montano fue Tertuliano, el gran escritor de Norafrica, alrededor del año 200. Tertuliano no aceptaba todas las doctrinas de Montano, pero veía como lo más peligroso a las irrupciones de la mundanalidad y la laxitud en el movimiento cristiano.




lunes, 15 de septiembre de 2008

Nacimiento de los sacramentos



Para 325 la fe había perdido su carácter personal al depender to­talmente de una persona inmediatamente encima de la persona y la obra de Jesucristo. Más bien, aunque Cristo era una parte del sistema, la fe debía ser dirigida a la institución llamada iglesia, y la salvación no resultaba del inmediato poder regenerador del Espíritu Santo, sino venía mediante los sacramentos del bautismo y la cena del Señor. Puesto que los sacramentos estaban bajo el control de la iglesia, y puesto que la salvación venía mediante ellos solamente, se seguía que una persona tenía que unirse a la iglesia para ser salvo. Eso es exacta­mente lo que quería decir el obispo Cipriano en 250, cuando dijo que ningún hombre podía tener a Dios por Padre sin tener a la iglesia por madre. No es de extrañar que los que habían negado la fe en tiempos de persecución estuvieran tan extremadamente ansiosos de ser perdo­nados por la iglesia, porque ellos creían que la salvación fuera de esta institución era imposible.


Durante este período la fe personal fue eliminada enteramente en algunos casos. En los escritos de Ireneo (alrededor del 200) hay un indicio de que tal vez en su generación los infantes eran bautizados para salvarlos. Bajo estas circunstancias la fe individual se hace inne­cesaria. Con alguien que actuara como apoderado del infante para aparentar fe, se aplicaban "las aguas salvadoras del bautismo". Más aún: hay evidencia de que el primer caso en que se derramó agua so­bre la cabeza para bautizar tuvo lugar alrededor de este tiempo. Novaciano, líder del partido eclesiástico estricto en Roma, se enfermó gravemente, y se temió que su muerte estuviera próxima. El nunca ha­bía sido bautizado. Dado que no estaba suficientemente fuerte para permitirse el bautismo por inmersión en agua, se decidió derramar cierta cantidad de agua sobre su cuerpo. Se hizo así y esto marcó el principio de un cambio en la forma del bautismo. Muy pronto se des­arrolló el rociamiento, porque si el agua es la que salva, un poco pue­de ser tan efectivo como mucho de ella. También era más conveniente.


Con este concepto de la iglesia y los sacramentos, es evidente que la completa dependencia de Cristo, claramente el único requisito para la salvación en el Nuevo Testamento, fue modificado para requerir obediencia a la institución y a la recepción de los sacramentos. De esta manera, la fe sola, sin la iglesia y los sacramentos, no puede salvar; la iglesia y los sacramentos solos, como en el caso del infante, puede salvar sin fe por parte del individuo.


Obispos y presbiteros como cambio


El sacramentalismo hizo una gran diferencia en el concepto de una iglesia neotestamentaria. En el período del Nuevo Testamento la iglesia consistía de la gente de un cuerpo local; los líderes estaban al mismo nivel que la gente, pero servían porque habían recibido dones especiales del Espíritu. Las ordenanzas no eran mágicas sino simbóli­cas. Ahora, sin embargo, el concepto había cambiado completamente. Especialmente, la igualdad original entre los varios pastores, obispos o presbíteros que servían en una iglesia, empezó a desaparecer.


En la iglesia del Nuevo Testamento no había diferencia de oficio entre un obispo y un presbítero; los dos nombres sencillamente describían fun­ciones del mismo oficio (ver Hechos 20:17-35). Sin embargo, muy pronto en el segundo siglo empezó a hacerse común que uno de los mi­nistros asumiera la dirección, algunas veces por causa de una erudición inusitada, por una personalidad fuerte, o por madurez.



Tan pronto como en el año 150 uno de los escritores habla de un presidente de los ministros en una sola iglesia. Hay varias razones para que tal oficio se desarrollara tan rápidamente. Los obispos o presbíte­ros primitivos se dedicaban a trabajo secular para vivir, y cumplían los deberes de su oficio en la iglesia cuando no trabajaban. Conforme los cristianos crecieron en número y en capacidad económica, se pidió a un hombre, el más capacitado, que renunciara a su trabajo secular y diera todo su tiempo a la obra religiosa. Su tarea llegó a ser "supervisar" (la palabra que significa "obispo") la obra de la comunidad cris­tiana. El recibió el título de obispo en un sentido especial y, finalmente reclamó el nombre como una dignidad única. Los otros ministros eran llamados ahora "presbíteros" para distinguirlos del ministro "su­pervisor", el obispo. Temprano en el segundo siglo las iglesias de Antioquia en Asia habían mejorado a tal líder hasta ponerlo sobre todos los presbíteros, aunque esto no se había manifestado en Roma, Filipos o Corinto.



Otro factor que trajo autoridad y prestigio al nuevo oficial cono­cido solamente ahora como obispo, fue el desarrollo de concilios loca­les para consejo y discusión. Los líderes de varias iglesias en un área geográfica dada empezaron a tener tales concilios o sínodos, y por su lugar en la congregación local, el nuevo obispo actuaba como vocero de su iglesia. Era él el que informaba a la congregación respecto a la acción unida de todos los cristianos al combatir la herejía, al ejercer disciplina, y en otros asuntos de acción común.

Remanentes literarios del cristianismo


De acuerdo con el desarrollo histórico descrito en la sección ante­rior, los remanentes literarios del cristianismo antiguo muestran clara­mente un cambio de la idea neotestamentaria de la autoridad final de una iglesia local a la idea de que la autoridad final en todos los asuntos religiosos era el obispo. Se ha señalado que el cristianismo produjo cuatro tipos generales de literatura en los dos siglos que siguieron al período apostólico.


Los más antiguos eran principalmente de naturaleza edificante. En ninguno de los escritores de este tipo primitivo de literatura hay ninguna evidencia de que la norma neotestamentaria de autoridad eclesiástica hubiera sido alterada. La carta de Clemente de Roma a los corintios urge a la iglesia a restaurar a algunos oficiales que ha­bían sido disciplinados, aunque originalmente habían sido nombrados por los apóstoles. Esto significa que la iglesia de Corinto ejercía auto­ridad aun más allá del nombramiento apostólico.


La carta de Clemen­te aconseja, pero no muestra autoridad para ordenar a la iglesia de Corinto que siga el consejo. Los escritos de Ignacio (alrededor del 115) dan gran énfasis a la necesidad de obedecer al pastor y a los diá­conos, y son morbosamente ascéticos. Por causa del énfasis sobre esas dos ideas, hay considerable sospecha de que haya interpolaciones por manos que anteriormente intentaron dar autoridad primitiva a los asuntos que se desarrollaron después. Sin embargo, en este período primitivo el obispo era simplemente uno de los pastores de un cuerpo local. Aunque posteriores a los escritos de Ignacio, la epístola de Poli-carpo y del Pastor de Hernias no revelan ningún desenvolvimien­to episcopal.


El segundo tipo de literatura era de naturaleza apologética. Su principal propósito era defender el cristianismo contra acusaciones tales como ateísmo, libertinaje y canibalismo, dirigidos contra él por los paganos. En la discusión doctrinal de esta literatura la base de au­toridad eran las Escrituras, principalmente el Antiguo Testamento. No había ninguna apelación a autoridad episcopal.


El tercer tipo de literatura era polémico. Su propósito era comba­tir la herejía que amenazaba irrumpir en las filas cristianas. En este campo dos importantes escritores fueron Ireneo (alrededor de 130-202) y Cipriano (195-258). En el curso de sus argumentos para des­acreditar el gnosticismo alrededor del 185, Ireneo primero refuta sus doctrinas acerca de las Escrituras cristianas. Enseguida él dice que la continua existencia de las varias iglesias desde los días de los apósto­les, prueba que no se habían equivocado en la interpretación de las enseñanzas apostólicas. Refiriéndose a Roma como un ejemplo de ta­les iglesias, Ireneo cita sus obispos hasta los días apostólicos (sin em­bargo, su lista presenta problemas de desacuerdo con otras listas). En otras palabras, Ireneo hace de la sucesión histórica de los obispos la base para confiar que el cristianismo ortodoxo era el verdadero cris­tianismo mientras que el gnosticismo era una falsa perversión. Básica­mente, entonces, la autoridad citada por Ireneo eran las Escrituras; la correcta interpretación de las Escrituras que él trataba de probar a través de la sucesión.


Otro importante escritor polémico era el obispo Cipriano de Cartago (195-258), que hizo más que cualquier otro individuo por impul­sar el oficio de obispo como la autoridad cristiana final. La teoría de Cipriano surgió de los problemas prácticos al administrar su diócesis. En su lucha con lo que debía hacerse con los que habían negado a Cristo o entregado las Escrituras bajo persecución, finalmente él des­cansó su argumento sobre el hecho de que él como obispo tenía autori­dad sobre todas las iglesias e individuos en su diócesis porque él era el sucesor de los apóstoles. El pensaba en una iglesia universal (católi­ca) en el mundo, compuesta de muchos obispos, los sucesores de los apóstoles. La unidad de todos los obispos constituye la unidad de la Iglesia Católica (universal). Sólo los que están en comunión con esta unidad episcopal universal (la Iglesia Católica) son salvos. De esta ma­nera, si una persona en cualquier diócesis en cualquier parte rehúsa ser obediente a su obispo, pierde su salvación.


La paradoja interesante acerca de Cipriano es que aunque él pensaba firmemente que todos los obispos son de igual rango (y lo practicó al pelear con los obispos de Roma y decirles que dejaran de entremeterse en su diócesis), llamaba a la iglesia romana "madre y raíz de la iglesia católica". Cuando el obispo romano intentó instruir a Ci­priano sobre la validez del bautismo herético y ejercer cualquier auto­ridad que estuviera involucrada en el título que Cipriano le había aplicado a la Iglesia Romana, Cipriano negó vigorosamente el derecho de cualquier obispo, aun del obispo romano, de ejercer jurisdicción, en la diócesis de otro obispo.


Fue Cipriano, entonces, el que corrompió la norma de autoridad del Nuevo Testamento. En vez de la iglesia local, el obispo territorial se convirtió en la palabra final de autoridad. La iglesia universal (ca­tólica) descansaba sobre la sola soberanía de los obispos como suce­sores de los apóstoles. Las iglesias locales perdieron todo vestigio de autoridad.


El Cuarto tipo de literatura cristiana, en desarrollo sistemático de la doctrina—no concierne el desenvolvimiento episcopal.

La Naturaleza del Culto Cristiano

El modelo de adoración en el Nuevo Testamento consistía princi­palmente de cantos, lectura de las Escrituras, oración y predicación, El servicio no requería altar ni ritual, porque Dios era reconocido como espíritu y podía ser alcanzado por medio del espíritu. Sin em­bargo, un cambio ocurrió alrededor del 325. La idea de que los sacra­mentos eran mágicos trajo un cambio a la naturaleza de la adoración. En vez de ampliar su ministerio profético o de predicación, el presbí­tero local empezó a funcionar como sacerdote. De hecho, después del Siglo IV el mismo nombre "presbítero" empezó a desaparecer, y el tí­tulo de su oficio vino a ser "sacerdote". Este desenvolvimiento podía esperarse cuando los sacramentos se hicieron mágicos; se necesitaba una capacitación sacerdotal para administrar esta clase de rito.

Consecuentemente, el centro de la adoración vino a ser la observancia dé­la cena del Señor, que ya se llamaba "misa" (de la palabra latina que significa "despedir", cuando a los que no estaban capacitados para participar de la Cena se les pedía dejar el templo). (También resul­ta lógico pensar en que otro significado de la palabra latina es san­grar o sacar sangre. Esto parece más cercano a la idea original de la Cena o aun de la misa misma, dado que en ambas aparece la idea de la sangre de Cristo, aunque con diferente interpretación. N. del Tr.)

La naturaleza mágica de los sacramentos también trajo énfasis sobre la forma, las palabras y los materiales adecuados usados al ad­ministrarlos. En la religión romana se hizo gran hincapié en pronun­ciar el ritual exactamente, como un medio de hacer el servicio eficaz. Si una palabra era mal pronunciada u omitida, la naturaleza mágica del servicio religioso podía no ser apropiada. Este espíritu empezó a prevalecer en el cristianismo romano: el ritual debía ser repetido exactamente de acuerdo con la fórmula para que fuera eficaz. Aun más, esta corrupción en la naturaleza de los cultos contribuyó grande­mente al desarrollo de los medios catequísticos de instrucción en doc­trina religiosa. Puesto que el culto era dedicado al ritual sacerdotal, se hizo necesario instruir a los niños y a los nuevos convertidos en el ri­tual adecuado tanto como en los rudimentos de la doctrina cristiana en ocasiones distintas a las de los servicios en la iglesia. Se prepararon compendios del ritual y de la doctrina, y a los neófitos se les exigió aprenderlos de memoria como un requisito previo a la admisión.

Finalmente, la naturaleza puramente espiritual de los servicios se cambió. Se lucieron populares las grandes procesiones y el esplen­dor externo, a la manera de los desfiles paganos. Los lugares identifi­cados con el cristianismo primitivo se volvieron santos y se les tributó especial reverencia. Eran buscados los huesos de los mártires y otros vestigios materiales, y se les atribuía poder mágico. Los días santos recibieron nombre y eran guardados. La Pascua ya se apartaba desde el tiempo de los apóstoles, pero se le añadieron nuevos días. Tanto el bautismo como el nacimiento de Jesús se habían estado celebrando en enero durante este período, pero en un esfuerzo por ganar a los paga­nos, la celebración del nacimiento de Cristo se cambió inmediatamen­te después del fin del período que termina en diciembre 25, una fies­ta romana y escandinava.

Crecimiento del Movimiento Cristiano

El crecimiento del cristianismo en los tres siglos que siguieron a la muerte de Cristo fue fenomenal. No se pueden dar cifras con exactitud, pero algunos piensan que para el tiempo de Constantino (323) los cristianos eran de cinco a diez millones. Desde un punto de vista humano, este gran crecimiento puede explicarse por tres factores generales.

Primero, el paganismo había fracasado como respuesta a las necesidades del hombre. El racionalismo griego había vaciado los cielos paganos. Los hombres dejaron de creer completamente en las leyen­das supersticiosas que no tenían poder ni para afectar la vida diaria ni para prometer cosas buenas para el futuro. En el vertiginoso remolino de fomento político, económico y social que amenazó a los hombres en los primeros siglos cristianos, los sistemas religiosos paganos guar­daron silencio.

Segundo, el mensaje cristiano era positivo y eficaz. El contenido de las enseñanzas de Cristo atraía los corazones hambrientos de los hombres en todas partes. Los paganos podían ver lo que el cristianis­mo significaba al observar la vida de los cristianos. El amor era el tema de sus vidas. Cuando tenían que morir en los diversos períodos de severa persecución, los cristianos respondían con fe y valor. Los pa­ganos sólo podían explicar tal espíritu en términos del poder de Dios.

Finalmente, el celo de los cristianos por testificar de Cristo era arrollador. Al contrario de los paganos, los cristianos insistían en que todas las religiones no eran de igual valor; o se acepta a Cristo como Salvador o se pierde uno, era la convicción del cristiano. Cada cristia­no era un misionero, cada bocacalle un pulpito, cada persona un can­didato. Había un sentimiento de urgencia en el testimonio cristiano. Conscientes del mandato de Cristo de velar y obrar, los cristianos tra­bajaban con el sentimiento de que el Señor regresaría en cualquier mo­mento. Como consecuencia ellos rogaban con fervor y convicción per­sonales.

El notable crecimiento que siguió fue uno de los factores que ayudaron a corromper la pureza original del movimiento cristiano. In­cuestionablemente promovió el desarrollo del poder del obispo. Su prestigio se acrecentó cuando un gran número de convertidos hicie­ron del cristianismo la religión de la mayoría de la gente en muchas áreas. Estos convertidos no fueron sacados todos de las clases bajas. La educación, la riqueza y el gobierno civil pronto fueron alistados en la causa cristiana, trayendo al obispo sobreveedor nuevas armas poderosas y amigos influyentes.

El crecimiento también aumentó el peligro del sacramentalismo. Un gran número de paganos se congregaron a las puertas de la iglesia" cristiana y fueron admitidos mediante el uso de los sacramentos má­gicos. Grandes masas de paganos sin regenerar fueron introducidos a las iglesias de esta manera. Los cristianos precavidos veían inquietos cómo estos paganos introducían ideas del fondo de su preparación religiosa primitiva. Con otros factores, esta situación llevó al monasticismo, al huir los cristianos de las iglesias paganizadas para encontrar pureza y espiritualidad en las cuevas del desierto.

Finalmente, el influjo de los. Grandes números en las iglesias cris­tianas promovió el desarrollo institucional del cristianismo. Los niños y los paganos no iniciados requerían extensa instrucción en ritual y doctrina. El rociamiento de agua sobre ellos no podía traer un nuevo corazón; se esperaba que la amplia instrucción los hiciera buenos cristianos.

Conflictos externos al cristianismo

La oposición externa al cristianismo, fue también un factor contribuyente a los cambios ocurridos en el cristianismo. ¿Cuál debiera ser la actitud de la iglesia hacia un miembro que, cuando es sometido a tortura física por autoridades seculares niega a Cristo y entrega las preciosas Escri­turas cristianas para destruirlas? Esta ocurrió muchas veces en perío­dos de severa persecución durante los primeros tres siglos.

Las dos pruebas más severas vinieron alrededor/de 250 y 300 durante las per­secuciones de Decio y Diocleciano. Muchos cristianos nominales de­sertaron durante estos períodos. En general, después de cada período de persecución, cinco grupos bastante diferentes podían nombrarse. (1) Había los mártires, los que habían rehusado poner una brizna de incienso sobre el altar del emperador romano y negar a Cristo, y que eran matados. (2) Había los confesores,, que eran sinceros a Cristo pero, por influencia local o indulgencia no eran llevados a la muerte. Algunas veces eran cegados o mutilados. (3) Había apostatas que ne­gaban a Cristo y ofrecían incienso sobre el altar del emperador. (4) Había los falsificadores, que por cohecho o por compromiso pasivo recibían certificados de los oficiales imperiales declarando que ellos habían ofrecido incienso pagano y habían renegado de Cristo, aunque éste no era realmente el hecho. (5) Había los infieles, que habían entregado las verdaderas Escrituras a los oficiales.

Los líderes primitivos estaban divididos sobre cómo tratar a los apóstatas, los falsificadores y los infieles. Algunos, como Montano, Novaciano y Donato, querían excluirlos para siempre de la iglesia; otros, como Cecilio y Calixto, querían dejarlos regresar a la iglesia después de evidencias de arrepentimiento. Se sugirieron varios planes para aceptar nuevamente a los ofensores. Un sistema les permitía arro­dillarse fuera del templo y dar evidencia de aflicción por todo un año—éstos eran llamados plañideros; el siguiente año se les permi­tía entrar al templo y escuchar el culto, de aquí que se les llamara oyentes; el siguiente año podían arrodillarse durante el culto hasta la hora de la cena del Señor, cuando debían salir —éstos eran llamados los que se arrodillan; el cuarto año se les permitía estar de pie durante el culto—eran llamados los parados; y finalmente, eran admitidos a la Cena y restaurados en la comunión.

Fácilmente puede verse cómo tal sistema exageraría la natura­leza de la iglesia como una institución salvadora; de otra manera los esfuerzos tan extenuantes por regresar a su comunión difícilmente val­drían la pena de ceremonias tan prolongadas. La persecución también alentó otros elementos que contribuyeron a la corrupción del cristia­nismo, tales como el deterioro que siempre viene de la guerra literaria, la centralización de la autoridad eclesiástica en el obispo para hacer frente a las amenazas de los perseguidores, y el desarrollo de la acti­tud de que la coerción física era el mejor medio de tratar a los disidentes.

Conflictos internos al cristianismo

Conflictos Internos. — Uno de los factores más importantes en la corrupción del cristianismo fue la serie de controversias internas des­critas en el capítulo anterior. Mientras que oficialmente condenaba muchas de las perversiones heréticas, el cristianismo inconscientemen­te absorbió algunas de las enseñanzas que tan ampliamente se propa­gaban mediante esas controversias. La doctrina de los pecados morta­les y veniales fue tomada del montañismo, y también los énfasis ascé­ticos y monásticos. El gnosticismo había enseñado que había una serie de personas mediadoras entre el hombre y Dios; la idea de santos me­diadores que invocaran las bendiciones de Dios creció en el cristianis­mo.

El poder mágico de las ordenanzas que las cambió a sacramentos vino sin refinar del paganismo. Las ideas judías apresuraron el des­arrollo del sistema sacerdotal. El gobierno romano secular proveyó un modelo de organización que fue duplicado por la monarquía eclesiás­tica que se desarrolló en siglos posteriores. La expresión de la verdad cristiana en terminología filosófica era inevitable en el curso de las di­versas controversias, pero sirvió para barnizar la espiritualidad con argumentos. Las diversas luchas internas tuvieron un gran papel en el engrandecimiento de la estatura del obispo, puesto que él era el lla­mado a ser el campeón de la ortodoxia.

Rivalidad Eclesiástica.— Debe recordarse que el oficio de obispo había sido separado del de presbítero o sacerdote y había llegado a ser sucesivamente el poder gobernador en una iglesia local, la cabeza eclesiástica de una diócesis (una ciudad) y el príncipe espiritual de un territorio, a veces de toda una provincia. El crecimiento de conci­lios o sínodos para consejo y ayuda mutua relacionó a los obispos entre sí y alentó la oportunidad de un liderato más amplio para los obispos más dotados. Una de las prácticas comunes durante las controversias era que uno de los partidos se asegurara la reacción favorable de uno o más obispos fuertes antes de que estallara el conflicto. Esto asegu­raba aliados, pero también acrecentaba el prestigio e influencia de los obispos a quienes se había apelado, porque les daba la oportunidad de actuar como jueces.

Para 325 los obispos más influyentes en el mun­do mediterráneo eran los de Roma, Antioquia y Alejandría. Ya estos obispos estaban luchando por elevarse al lugar ocupado por éstos. La rivalidad intensa avivó las llamas de la ambición, a la que normal­mente no le faltaba combustible. La recriminación, la condenación, y la falsificación ultrajante de documentos oficiales en un esfuerzo por obtener el primer lugar caracterizó esta lucha entre obispos. ¡Qué contraste con las enseñanzas del humilde galileo!

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