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lunes, 8 de septiembre de 2008

Oposición secular siglo IV

Razones de la Oposición Secular Varias razones hicieron que los poderes seculares lucharan contra el cristianismo.

(1) El antagonismo religioso movió a un hombre como el emperador Julián (361-63) a oponerse al movimiento cristiano. Se recordará que su familia fue asesinada por orden de su tío, el empera­dor cristiano. Su resentimiento personal fue transferido a la religión que su tío profesaba, aunque Julián ya se había prendado del paganismo cuando era estudiante. Después de llegar a ser emperador, Julián in­tentó reintroducir un paganismo refinado, pero el intento fracasó.

(2) El deseo de gobernar el cristianismo por motivos políticos o egoístas hizo que muchos gobernadores seculares, tanto del Oriente como del Occidente, impusieran severas restricciones sobre los caudillos cris­tianos. Como ya se ha mencionado, esta condición era conocida como papado cesáreo.

(3) Las posesiones materiales en manos de los obis­pos cristianos daban la excusa para que algunas de las tribus germa­nas intentaran apoderarse de la tierra y posesiones de la iglesia.

(4) La rivalidad con los poderes seculares constituía otra razón de oposi­ción secular. Para el siglo V los papas romanos estaban empezando a declarar su derecho a gobernar, no sólo el mundo espiritual, sino tam­bién el mundo secular. Tales declaraciones, apoyadas más tarde con armas eclesiásticas, mantuvieron al papado en constante lucha con los poderes seculares.

(5) Las controversias internas añadieron otra razón para la restricción y la represión seculares. Las controversias re­ligiosas, particularmente en Oriente, podían ser muy peligrosas, polí­ticamente. Los gobernadores seculares pensaban que era una necesi­dad política mantener el control sobre el cristianismo.

(6) La corrup­ción y decadencia en el cristianismo occidental atrajo la violencia del gobierno imperial. Algunas veces por razones religiosas y algunas ve­ces por consideraciones políticas los primeros emperadores medieva­les nombraban los ocupantes del oficio papal y dictaban su política.

El Derrumbe de la Antigua Autoridad Romana (cerca del 392)

Lucha con las Tribus Germanas
Es difícil describir en unas cuantas palabras la compleja historia de las invasiones bárbaras de Occidente. Tal vez como un sumario el movimiento puede dividirse en seis períodos generales.
Ya se ha mencionado que desde tiempos primitivos las tribus germa­nas al norte y este del imperio habían sido refrenadas de invadir el área sur por el establecimiento de fuertes guarniciones a lo largo de la frontera norte.
En el siglo III las tribus góticas casi triunfaron al invadir el imperio en dos ocasiones. Finalmente, por causa de la creciente pre­sión de tribus menos civilizadas y más fuertes que los empujaban del sur y el oeste del Asia central, se permitió a los visigodos cruzar el Da­nubio y conseguir refugio dentro del imperio propiamente dicho. En 378 se rebelaron los visigodos por pretendidos malos tratos y se enfren­taron al ejército romano en la batalla de Adrianopolis y sufrieron una severa derrota. El emperador Teodosio (379-95) pudo controlarlos, pe­ro a su muerte empezó la invasión. Los visigodos fueron rechazados en Constantinopla, pero se movieron al occidente para capturar Roma en 410, Galia dos años más tarde, y después se pusieron a gobernar lo que ahora es Francia y España. Los diques ya habían sido rotos, y las tri­bus bárbaras de todas clases invadieron el imperio occidental. Los vándalos, los alanos y los suavos entraron a Galia y España; los francos y Borgoñés se asentaron en Alemania los anglos, los sajones y los yu­tes ocuparon Inglaterra, y los .vándalos españoles conquistaron el nor­te de África.
El Gobierno del Ejército (hasta alrededor del 493)-:— El siglo que siguió a la invasión bárbara fue de confusión y conflicto-, tos co­mandantes de los ejércitos se convirtieron en gobernantes. (En 476, un motín de las tribus germanas dentro del ejército provocó él -derroca­miento del gobierno romano nominal y la elevación de un general ger­mano al reinado, pero este suceso no fue de significación especial.
El Gobierno de Teodorico el Ostrogodo (493-526).- En 493 una nueva ola de bárbaros invadía Italia: los ostrogodos, los godos orientales­ de Rusia. Su jefe, Teodorico, gobernó desde Rávena en el norte de Italia y tuvo éxito en mantener el orden.
El Re-establecimiento del Control Imperial (535-72) Justinianoel Grande consiguió ser emperador en Constantinopla en 527 e inme­diatamente hizo planes para reconquistar el Occidente. Para 534 los vándalos del Norte de África habían sido derrotados y el reino Ostro­godo en Italia había sido atacado. Durante la vida de Justiniano se mantuvo el control imperial en Occidente.

El Reino de los Lombardos (.572-7540)

Más bárbaros, con el nombre de lombardos irrumpieron en Italia por el sur, y capturaron la región norte. Aunque no tomaron Roma, su fuerte poder militar im­pidió que otras tribus lo hicieran. Eran una constante amenaza para la seguridad de Roma, pero por otra parte, su presencia garantizó cier­ta libertad de Constantinopla a los obispos de Roma
La Aparición de los Francos (754-800). — La tribu conocida como los francos estaba destinada a ser el poder dominante de toda Europa. Los romanos ya habían luchado desde el siglo II para impedir que esta tribu, junto con las otras, cruzara el Rin en el norte de Alemania Con la irrupción de los visigodos en el siglo IV, los francos habían pe­leado por abrirse camino hacia el sur de Alemania y el Oriente de Francia. Un suceso de gran significado para el cristianismo ocurrió en 496. Influido por su esposa, que era una cristiana ortodoxa, y por su gran victoria sobre los alemanes en Estrasburgo en 496 Clovis, el caci­que franco (481-511), adoptó el cristianismo y fue bautizado junto con su ejército. Los reyes que lo sucedieron ampliaron el reino franco hasta que incluyó la mayor parte de lo que ahora es Francia.
Cuando los lombardos en el norte de Italia amenazaron con cap­turar la misma Roma en. 739, el papa Gregorio III pidió ayuda a Carlos Martel, el dictador militar "(aunque no era rey ni de la línea reinante) de los francos, sin éxito. El hijo de Carlos, Pepino el Breve, por su par­te, entró en relaciones amistosas con el papado después de la muerte de su padre. Su plan era apoderarse del reinado quitándolo a uno de los débiles descendientes de Clovis, que lo había recibido por derecho de herencia. Para impedir sería oposición y tal vez hasta revolución, Pepino deseaba conseguir aprobación eclesiástica, junto con la buena .voluntad de la nobleza franca. Para corresponder, Pepino podía ofrecer amplia protección contra los lombardos. Gustosamente el papado entro en ese trato y el papa Zacarías (741 -52) convino en el ungímiento de Pepino como rey de los francos en 751. La nueva línea fue conocida como los carolingios, siguiendo el nombre o de Carlos Martel o de Carlos el Grande.
Pepino cumplió su parte del convenio. Para 756 ya había obligado a los lombardos a reconocer al papa como soberano en una gran área de tierra en el centro y norte de Italia. Este fue el principio de los estados papales que Roma conservó hasta 1870. Tal vez el deseo de conseguir estas tierras fue lo que motivó la falsificación de Roma co­nocida como la Donación de Constantino preparada en este tiempo, en la que se declaraba que el emperador Constantino en 330 había dado al obispo romano toda la tierra de Occidente. De todos modos, Pepino y sus sucesores fueron influidos grandemente por esta falsificación.

El Santo Imperio Romano contra la Santa Iglesia Romana (desde el 800 en adelante)

El hijo de Pepino fue Carlos el Grande (Carlomagno). Su ayuda a la Iglesia Católica Romana ha sido descrita en el último capítulo. El dominó el mundo occidental eclesiásticamente, además de dominarlo como soberano. El clímax, no sólo para su gobierno sino para la Edad Media, vino en el año 800 cuando el papa León III (795-816) lo coronó como Santo Emperador Romano. Este acto, aparentemente por ini­ciativa del papa, causó ideas y la historia de un milenio. Entre otras co­sas, era considerado como el re-establecimiento del antiguo Imperio Romano en Occidente, un oficio vacante desde que Constantino había cambiado la capital a Constantinopla en 330. El patriotismo racial y provincial inmediatamente aclamó el principio del día que restaura­ría la antigua gloría de Roma en Occidente. En segundo lugar, la res­tauración era considerada como procedente de un propósito divino. El título "Santo" llamaba la atención al hecho de que Dios había provis­to ahora un poder secular que era la contraparte del poder espiritual en la Iglesia Romana. En tercer lugar, el prestigio papal fue elevado a nuevas alturas. Siguiendo el antecedente de la coronación de Pepino el Breve, la concesión del título imperial señalaba al papa como el dador de la bendición secular más grande de la tierra. Este prestigio se acrecentó cuando el emperador de Oriente, León V (813-20), reconoció más tarde la validez de la transacción. Finalmente, sin saberlo el papado había dado a luz a su más grande rival por el resto de la Edad Media. Es posible que el papa León tuviera en mente el ideal descrito en La Ciudad de Dios de Agustín, pero de ser así, los resulta­dos deben haber sido muy decepcionantes. El gobernador terrenal go­bernaba lo celestial; Carlomagno dominó la iglesia, nombrando obispos según su voluntad, y dictando la mayor parte de la política papal. Después de la muerte de Carlomagno, su débil hijo Luís gobernó hasta 840. Sus tres nietos dividieron el imperio en 843. Las tres divisio­nes que se hicieron llegaron a ser, en términos generales, Alemania y Francia y la franja intermedia.
Anarquía y Degradación Papal
La línea carolingia cayó alrededor del año 880. Los nobles fuertes gobernaron los reinos feudales y la iglesia también. Después del pontificado de Nicolás I (858-67), el oficio papal se hundió en profundidades indescriptiblemente bajas. La violencia, el crimen, y la mutila­ción, eran practicadas por sus ocupantes conforme las diversas faccio­nes políticas se apoderaban intermitentemente del control. Nuevas invasiones aterrorizaron y devastaron la población. Los nórdicos y los húngaros invadieron los llanos del norte. Los mahometanos en el Nor­te de África y en España estaban a punto de obtener la victoria sobre lo que no habían sido capaces de cumplir por causa de Carlos Martel en 732. Desde las bases en África, Egipto y España, estos invasores capturaron Córcega, Cerdeña y Sicilia; después Palermo y Messina en Italia. Roma fue saqueada en 841.

El Restablecimiento Germano del Imperio y LA dominación Católica

El Restablecimiento Germano del Imperio
Se tomó una nueva dirección a mediados del siglo X cuando el papa Juan XII (955-64) pidió ayuda al rey germano Otto I (936-73) contra los ataques militares de Berengario II, un noble italiano que quería el título imperial. Otto ya había invadido Italia en 951 con con­siderable éxito; diez años más tarde, cumpliendo con la petición del papa, Otto terminó la tarea. En 962 Otto fue coronado Santo Empera­dor Romano por Juan XII. El y sus sucesores ejercieron completo control del papado por un siglo. Otto III (983-1002) nombró al primer papa alemán en 996 y el primer papa francés en 999.
Antes de mediados del siglo IX, hasta los emperadores anhelaban una reforma en la iglesia. Enrique III (1039-56) intentó introducir tal reforma terminando bruscamente un cisma papal que incluía tres pre­tendientes, y nombró papas alemanes que estaban de acuerdo en me­didas de reforma. Su último nombramiento fue su primo, un celoso obispo reformador, que se convirtió en León IX (1049-54).
De esta manera, al fin de este período el papado estaba bajo la completa dominación de la autoridad secular. Sin embargo, esta si­tuación estaba a punto de .ser remediada. La obra reformadora de León IX y la aparición de Hildebrando, que llegó a ser el papa Grego­rio VII (1073-85), empezó el movimiento que libero a la iglesia ro­mana del control secular.
LA DOMINACIÓN CATÓLICA ROMANA
La autoridad y el prestigio del papa católico romano» alcanzó su cumbre en el período de 1050 a 1215. Edificando sobre las reclama­ciones hechas antes de la inundación de anarquía y feudalismo y la dominación de los dos imperios (800 y 962), la Iglesia Romana no sólo volvió a ganar su poder, sino resultó victoriosa en nuevas y más gran­des conquistas. Hubo muchos factores que contribuyeron a hacer po­sible esto. Un factor principal fue la. Actitud de. La gente en todas partes. Cansados de guerra y violencia, los hombres estaban dispuestos a seguir a cualquier caudillo que les prometiera paz y justicia, las palabras clave de la promesa papal. Hubo regocijo universal cuando las armas espirituales del papado empezaron a sobreponerse a las espadas y lanzas familiares. La unidad secular había sido destruida en el feu­dalismo, y la esperanza de un gobierno espiritual universal, que des­cansara sobre fundamentos eternos y seguros, era una invitación casi irresistible.
El avivamiento católico romano empezó desde adentro con una reforma concienzuda y con la nueva unión de las fuerzas papales: la revigorizada monarquía papal obtuvo entonces la dominación del mundo occidental, tanto en lo secular como en lo espiritual. Los movi­mientos más importantes que contribuyeron a la revitalización del pa­pado y de la iglesia romana se discutirán brevemente.

Reforma Monástica

Los monjes benedictinos habían sido uno de los primeros facto­res para el extendimiento del papado y del sistema romano. Eran tan hábiles misioneros para llevar el evangelio, como granjeros para culti­var la tierra. El éxito del monje Agustín al ganar Inglaterra es más es­pectacular que la obra de muchos de sus hermanos que formaban pe­queños bandos y conquistaban la naturaleza en grandes extensiones de la inmensidad europea, pero las realizaciones de estos últimos era casi tan importante. Los monasterios se esparcieron por Europa Cen­tral consiguiendo grandes extensiones de tierra para el dominio de la Iglesia Romana, y que servían también como lugar de refugio para los necesitados, de retiro para los eruditos, y de preservación de la ense­ñanza durante el oscurantismo. Estos monasterios, sin embargo, no es­caparon del espíritu secular de sus tiempos. Aunque los monjes tenían que hacer votos de pobreza, por ejemplo, nada se decía acerca de las posesiones materiales del monasterio. Por medio de un severo esfuerzo común, por los donativos de los admiradores, por las ofrendas religiosas especiales por servicios, y por otros medios, los monasterios se hicieron extremadamente ricos. Los monjes no podían tener posesiones, pero podían usarlas, y esta distinción hacía posible evadir completamente la idea de la pobreza personal. Otros abusos se deslizaron en el sistema. Los señores feudales algunas veces daban mercancías pródigamente a los monasterios, demandando (y consiguiendo) en correspondencia el derecho de nombrar los abades y dirigir su política. En los últimos años del siglo IX los monasterios se convirtieron en lugares de servicios placenteros y cómodos.
Se necesitaba una reforma, y pronto vino. Bajo la dirección de su fuerte abad, el monasterio de Cluny empezó esta reforma en los pri­meros años del siglo X. Otra vez se exaltó la vida ascética estricta. Tuvo lugar la completa separación de los favores y control seculares. El papa se convirtió en el inmediato superior en vez del obispo local. Las comunidades monásticas severas se unieron bajo la dirección del abad de Cluny para llevar adelante esta reforma. La sinceridad y el fer­vor religioso de tal movimiento iban a inducir apoyo y admiración. Hasta los gobernadores seculares de Alemania, los mismos emperado­res, alentaron la reforma desde 962. Es un comentario revelador de la condición decadente del papado en esos siglos notar que los papas de Roma se opusieron a este movimiento aunque el principal propósito, mediante la reforma espiritual, era exaltar el papado. El emperador Enrique III (1039-56) no permitiría, sin embargo, que la oposición ro­mana estorbara el movimiento de reforma cluníaco, y en 1049 nom­bró a su primo, uno de los reformadores cluníacos, como papa León IX. Sin demora el papa León empezó la reforma en Roma en el senti­do del movimiento cluníaco, escogiendo como uno de sus asistentes a un joven celoso reformador llamado Hildebrando. Estos hombres trajeron la reforma al papado e hicieron posible el gran resurgimiento de la iglesia romana durante los siguientes siglos.

Las Cruzadas

Otro factor que contribuyó grandemente al rápido surgimiento del papado es conocido como las Cruzadas. Este movimiento empezó como un esfuerzo por recuperar Jerusalén de manos de los infieles. La Iglesia Romana por siglos había puesto gran énfasis en las peregrinacio­nes como medios de conseguir perdón de los pecados cometidos des­pués del bautismo. Una peregrinación a Jerusalén era considerada la gran satisfacción por el pecado. En el siglo VII los mahometanos capturaron la Tierra Santa, pero permitían a los peregrinos visitar Jeru­salén con propósitos religiosos. En el siglo II la tierra fue invadida por los turcos Seljuk, un nuevo poder sarraceno de Asia Menor. Estos tur­cos eran completamente hostiles a las peregrinaciones de cristianos. Por siglos la Europa occidental se había recreado con la idea de un vasto ataque sobre los mahometanos para rescatar la Tierra Santa. Grandes ímpetus vinieron con la conversión de los normandos en 911, un pueblo guerrero al que nada le gustaba más que la lucha feroz. Ellos habían conquistado algunas regiones de Francia, Inglaterra y del sur de Italia. Habían sido particularmente eficientes en sacar a los mahometanos de Sicilia, Cerdeña y Córcega. Por ser un pueblo de na­vegantes, los normandos estaban especialmente equipados para atacar la Tierra Santa; podían navegar en el Mediterráneo casi hasta a un tiro de piedra de Jerusalén. Aun más: la conversión de Hungría había provisto un punto de partida hasta la mera orilla del imperio turco y había acortado la distancia por territorio hostil en miles de kilómetros.
Los papas habían insinuado la idea mucho antes de que se lleva­ra a cabo. El papa Silvestre II (999-1003) había hablado de tal gran cruzada contra los turcos; Gregorio VII (1073-85) había planeado ac­tivamente el ataque, pero por su lucha con el emperador Enrique IV no pudo conseguir el apoyo secular necesario para tal empresa. En 1095 el emperador griego Alejo le pidió a Occidente que ya no demo­rara más tal cruzada. Los turcos estaban amenazando con tomar Constantinopla. En ese año el papa Urbano II (1088-99) convocó a los poderes seculares a dedicarse a esta divina cruzada, prometiendo el perdón de los pecados a los que murieran en el esfuerzo. Europa estaba llena de la pasión del sacrificio por la cruz (la palabra "Cruzadas" viene de la palabra “cruz”).
En 1096 empezó la primera cruzada. Cerca de medio millón de soldados se movieron hacia Jerusalén. Conforme este enorme e indisciplinado ejército se movía hacia Oriente, vivía en el campo, devastando completamente las áreas por las que pasaba, como si fuera un ejército hostil. Cerca de cuarenta mil llegaron finalmente a Jerusalén y la capturaron. Hubo, cerca de otras ocho cruzadas, incluyendo una cruzada de niños en 1212; .una cosa trágica y perjudicial en todos sentidos.
Los resultados de las Cruzadas fueron múltiples. En un sentido obraron hacia el inmediato fortalecimiento del papado. Le dieron al papado un prestigio inmediato que le permitió dar órdenes a los prín­cipes de todas partes y asumir tal caudillaje internacional. El papado se benefició enormemente desde un punto de vista financiero. La gen­te prodigaba regalos sobre la Iglesia Romana y hacía arreglos para dar sus posesiones a la iglesia en el caso de que no regresaran. El papado usó las Cruzadas como una excusa para exigir un nuevo impuesto eclesiástico, que continuó pidiendo mucho tiempo después que el mo­vimiento cruzado había terminado.
Los métodos papales eran tanto apoyados como formados por las Cruzadas. Pronto se extendió la idea de que el papa podía convocar a todos los gobernadores seculares creyentes para que marcharan con­tra los herejes de todas partes, incluyendo las minorías religiosas di­sidentes de Europa y los príncipes seculares que rehusaran ser obe­dientes a las órdenes papales. Una nueva y poderosa arma de coerción se había formado.
Las Cruzadas estaban basadas en la idea que había hecho popu­lares las reliquias y el fetichismo. La extrema reverencia y hasta el ver­dadero culto a los remanentes físicos, siguieron a la lucha por recapturar la más grande de todas las reliquias: Jerusalén. Durante el período de las Cruzadas casi toda clase de reliquias era traída de Jerusalén, se­gún se dice. Cuando Jerusalén fue capturada de nuevo por los turcos, el mercado de valores de reliquias subió hasta las nubes; habiéndose cortado la fuente de las reliquias vino la inflación. El fraude y la false­dad eran la regla en el tráfico de estos artículos. El uso del rosario aumentó considerablemente en el sistema católico romano durante este período.
Por otra parte, a la distancia, la historia de la Iglesia Católica Ro­mana fue dañada por las Cruzadas. Los papas debilitaron su prestigio al seguir haciendo presión para nuevas cruzadas después que la nove­dad había pasado de moda. La continuación del impuesto para cruza­das tampoco aumentó la popularidad papal.
Las Cruzadas abrieron los ojos de muchos a un nuevo mundo. Nueva literatura, nuevos intereses, y nuevas ideas se apiñaron sobre los que habían invadido el mundo oriental, y ellos regresaron trayen­do esas cosas con ellos. Hasta algunos de los papas se prendaron de los remanentes y estilos de la literatura antigua, e hicieron hincapié más en la cultura que en el cristianismo. No estaba lejos el Renacimiento, cuando las mentes y corazones de la gente estaban animados e ilumi­nados. Tal difusión de la iluminación no podía dejar de socavar una institución que estaba basada en la superstición y el temor.
Las Cruzadas introdujeron nuevas reformas económicas y socia­les. El comercio y los negocios fueron fomentados, y nuevos artículos para manufacturar requirieron industria. La clase media se desarrolló: los que no eran ni campesinos ni príncipes. Los que regresaban de las guerras invadieron las ciudades y cambiaron las formas sociales y económicas.
En el aspecto político el papado no estaba permanentemente a la vanguardia. La caída del feudalismo trajo como resultado la aparición de las naciones, una amenaza potencial para el poder papal. Conforme los nobles morían en batalla, los monarcas de los diversos estados aumentaban en poder. Ni el caso opuesto de los estados alemanes obro para dar ventaja al papado. Los caballeros alemanes se negaron a ir a las Cruzadas. La tardía declinación del feudalismo en los estados alemanes puede haber sido una ayuda inmediata para el papado en su esfuerzo por dividir y conquistar; sin embargo esta situación trajo inquietud general entre los cristianos, y cuando vino la batalla, el papado tuvo que librar batallas individuales en términos de pequeñas áreas feudales, en vez de vencer sencillamente a la monarquía en un gran dominio.

Escolasticismo

El tercer movimiento que hizo una clara contribución a la rápida recuperación de la iglesia romana ha sido llamado "escolasticismo". El término se refiere a la enseñanza de los escolásticos. Se recordará que Carlomagno había fomentado la educación del clero y de la clase alta. Tal vez por esta inspiración surgieron las universidades del siglo XII, principalmente para enseñar derecho civil y eclesiástico. Estas instituciones de enseñanza llegaron a ser pequeñas ciudades autócratas dentro de ciudades. Durante los siglos XIII y XIV cada ciudad euro­pea ardientemente anhelaba tener su propia universidad. Dos tipos de universidades se desarrollaron: provenientes de considerable libertad política, en Italia los estudiantes organizaron sus propias escuelas y las administraron; en Francia, siguiendo el sistema monástico, la facultad constituía tanto el magisterio como la administración de la escuela. El plan de estudios incluía teología, medicina, canon y derecho civil, y artes liberales (gramática, lógica, retórica, música, aritmética, geome­tría y astronomía).
Los eruditos religiosos de esas escuelas desarrollaron el sistema conocido como “escolasticismo” Se basaba en el método de pensamiento (razonamiento deductivo) y en una conclusión preconcebida (la prueba intelectual de la doctrina papal). El razonamiento deductivo empieza con una verdad general que es positiva y desarrolla refinamientos subordinados mediante la aplicación de principios validos. El factor importante, entonces, es el punto de partida. El escolasticismo, exaltando las formas de pensamiento y la filosofía de Arístides y Platón, empezaba con la Biblia, los decretos de los papas, los cánones de concilios y la tradición como autoridad, y de aquí razonaba las doctrinas de la Iglesia Romana. Aunque las diversas escuelas de pensamiento diferían en ese punto de vista relativo al lugar de la razón y la revelación, el resultado total era cimentar con filosofía el sistema católico romano. La Biblia y la tradición están tan entreveradas en el desarrollo doctrinal de la Iglesia Romana, que cualquier intento de eliminar la tradición requeriría una completa definición nueva de cada doctrina.
Algunos de los principales escolásticos fueron Juan Escoto Erígena (c. 800), Anselmo1033-1109), Roscelino (c. 109), Abelardo (1079-1142), Alejandro de Hales (c.1245), Alberto Magno (1206-80), Tomas de Aquino (1225-74), Juan Duns Escoto (1265-1308), y Guillermo de Occam (c. 1349).

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