En general hay dos puntos de vista respecto al origen de estos reformadores y su extenso distrito. Uno es que se originaron por la inmediata situación histórica y el estudio renovado de las Escrituras. Este criterio negaría que hubo antecedentes antes del siglo XVI.
Parecería más consistente sostener que la repentina aparición de estos reformadores sobre tan grande área y la incorporación de tales énfasis doctrinales tan diversos no pueden explicarse en términos de un factor solo o localizado. La historia no se vuelve repentinamente ni revela expresiones multiformes sin antecedentes. Un movimiento tan complejo y general como este parecería demandar una multiplicidad de factores—la prolongación de ideas medievales, la inmediata conmoción económica y religiosa del siglo XVI, el nuevo estudio del Nuevo Testamento en términos de interpretaciones contemporáneas, y tal vez otros elementos que no pueden ser clasificados.
Tipos de Reformadores Radicales
Debe reconocerse que estas clasificaciones de los diversos tipos de radicales son totalmente arbitrarias. Con frecuencia un hombre podría ser puesto en varias categorías y otro hombre no cabría en ninguna. Hay valor, sin embargo, en forzar cierta clase de plan general sobre el material para proporcionar un mejor contexto.
Biblicistas Radicales. — Este grupo recientemente ha sido llamado "los anabautistas propiamente dicho" por un autor, por buenas razones, porque ellos demandaban fe personal antes del bautismo como un elemento básico de su religión. Había radicales en el sentido de que ellos eliminaban toda la tradición en favor de la autoridad bíblica, que ellos consideraban la fuente de sus ideas acerca del bautismo de los creyentes, la separación de la iglesia y el estado, la eliminación de la gracia sacramental y sacerdotal, la centralidad de la iglesia unida, la restauración del primitivo espíritu cristiano de amor y de la norma Neotestamentaria de organización, y la santidad de vida como resultado de una experiencia de regeneración mediante el Espíritu de Dios. Debe recordarse que en su reforma en Zurich, Ulrico Zwinglio apoyaba el concepto de que sólo las Escrituras deben constituir la base de fe y práctica. En 1523 en conferencias con Zwinglio, Baltazar Hubmaier (entonces pastor en Waldhust, Austria), Félix Manz y otros el apoyo de las autoridades civiles en Zurich para llevar a cabo su reforma. La negación del bautismo infantil hubiera significado el apoyo civil, porque el mismo concilio de la ciudad, del cual dependía para ayuda, hubiera quedado fuera de la iglesia. Consecuentemente, el 17 de enero de 1525. En una disputa en Zurich, Zwinglio negó el principio del bautismo de los creyentes. Se le opusieron muchos de sus antiguos asociados, hombres valientes como el capaz y respetado Conrado Grebel. El concilio de la ciudad, actuando como juez, decretó la victoria de Zwinglio en el debate y dio la orden de que todos los niños fueran bautizados. Los anabautistas debían ser desterrados o hechos prisioneros. Una segunda disputa en noviembre terminó similarmente. En marzo de 1526 se ordenó ahogar a los anabautistas si persistían en su herejía, y Félix Manz, Jacobo Faulk, y Enrique Riemon fueron las primeras víctimas de esta sentencia.
El movimiento anabautista ganó multitudes de adherentes en Suiza entre 1525 y 1529. Después de ser desterrados de Zurich, dirigentes anabautistas como Jorge Blaurock, Guillermo Reublin, Hans Brotil, y Andrés Castleberg, fueron a todas partes predicando. Grandes cantidades fueron bautizados en Schaffhausen, San Gallen, Appenzell, Basilea, Berna y Grunigen. No sólo se formaron numerosas iglesias anabautistas, sino que el movimiento ayudó a purificar a otros grupos de ministros indignos, cuyas vidas malvadas eran rigurosamente atacadas por los predicadores anabautistas.
Para 1529 el movimiento anabautista suizo había declinado grandemente, pero no había muerto. Hombres como Pilgrim Marbeck trabajaron ampliamente en Suiza y después en el sur de Alemania. Particularmente en Berna las congregaciones anabautistas continuaron su lucha. Como otros movimientos perseguidos, el anabautismo se volvió secreto, y su influencia no puede juzgarse.
Una de las razones de la declinación de la actividad anabautista en Suiza fue el llamado de un país adyacente. El anabautismo se había esparcido en áreas contiguas como Austria y Moravia. Fue a este último país que muchos dirigentes anabautistas se abrieron camino. Moravia había sido sembrada de semilla radical por las revueltas husitas y taboritas. En junio de 1526, Baltazar Hubmaier huyó a Nickolsburgo, Moravia, después de ser perseguido en Austria y Suiza. Allí tuvo un éxito instantáneo, habiendo bautizado entre seis y doce mil en un año. También pudo publicar varias excelentes obras apologéticas en defensa de la posición anabautista. Su obra en Nickolsburgo, sin embargo, fue socavada por Jacobo Wiedemann y otros, que abogaban por un fuerte pacifismo (no sólo negándose a meterse en la guerra sino declinando pagar impuestos que mantuvieran a los que peleaban) y un compartimiento comunal de los bienes personales. Tal vez la amargura de esta controversia pueda haber despojado, a Hubmaier de amigos lo suficiente para que las autoridades austriacas pudieran aprehenderlo y quemarlo en marzo de 1528. Así murió uno de los anabautistas más grandes y sabios.
El partido pacifista y comunista creció rápidamente en Moravia. Jacobo Huter asumió la dirección, y una gran comunidad que practicaba la economía comunal se convirtió en refugio anabautista para refugiados de toda Europa. Pese a la casi ininterrumpida persecución en los siguientes dos siglos, los anabautistas moravos aumentaron y prosperaron. Su gobierno eclesiástico era muy similar al de los antiguos valdenses de esta área. El crecimiento del grupo en el cercano Tirol y en Austria fue rápido al principio, pero por causa de la severa persecución el movimiento fue drásticamente reducido.
El tercer grupo principal que defendía un rígido biblicismo eran los menonitas, que tomaron su nombre de Menno Simons (1496- 1561). Menno nació y creció en los Países Bajos recibió una buena educación y fue ordenado sacerdote en
Es digno de notarse que Menno Simons, indudablemente por su intensa repugnancia a los fanáticos de Münster, desconocía cualquier conexión histórica con los anabautistas primitivos, pero trazaba una sucesión de su movimiento a través de los valdenses hasta los días apostólicos. También seguía la norma valdense en varias doctrinas claves.
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