La Guerra Esmalcáldica estalló en 1546 guando el papa Paulo III declaró una cruzada contra los príncipes protestantes. En un año los protestantes habían sido completamente derrotados. Sin embargo, los celos entre el emperador Carlos y el papa impidieron la inmediata destrucción de los protestantes, y en 1552 después de un período de maniobras políticas, la guerra estalló otra vez y en unos cuantos meses los protestantes recuperaron todo lo que habían perdido.
La paz de Augsburgo admitió el derecho de que existiera la religión luterana dentro del imperio. Cada príncipe debía determinar la religión de su gobierno, y si cualquiera de los súbditos deseaba una fe diferente, se le garantizaba el derecho de emigración sin pérdida del honor o de los bienes. En caso que un prelado católico deseara hacerse luterano, debía renunciar a su puesto eclesiástico para que pudiera ser llenado por Roma. En las ciudades libres donde ambas religiones tenían adherentes, a cada una se le permitiría continuar.
La Extensión del Luteranismo
Antes de 1540 la mayor parte del norte de Alemania era oficialmente luterana. En los estados vecinos, tales como Bohemia y Polonia, y en los primeros años de la Reforma en Hungría, el luteranismo era muy fuerte. Dinamarca adoptó la reforma por 1536 por sus gobernantes y por la predicación de Hans Tausen. Suecia adoptó el luteranismo en 1527, por la predicación de Olaf y Lars Petersen, de Lars Andersen y la obra del Rey Gustavo Vasa. Finlandia, un satélite sueco, adoptó el luteranismo principalmente por acción política, habiendo sido el principal predicador Miguel Agrícola.
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