Inosencio III (1198-1216)7. — El tercero y más grande de los papas de este período fue Inocente III. Gregorio VII había hecho demandas exaltadas respecto a la dignidad del papa y de la Iglesia Romana: Dios sólo había fundado la Iglesia Romana; los pies del papa deberán ser besados por todos los príncipes; los emperadores pueden ser depuestos por el papa; el papa no puede ser juzgado por ningún hombre; y la Iglesia Romana nunca se ha equivocado, ni se equivocará en toda la eternidad. Sin embargo, Inosencio III magnificó estas pretensiones para hacer del papa el único representante de Dios autorizado sobre la tierra. Con la obra de Gregorio VII y Alejandro III para preparar el camino, con la prolongación del espíritu de las Cruzadas para fomentar la pasión religiosa y la lealtad fanática, y con la doctrina y organización perfeccionada, Inocente pudo dominar el mundo entero, el secular y el eclesiástico.
Mediante su influencia él depuso emperadores, obligó a cabezas de gobierno, tales como España y Francia, a someterse a su autoridad, demandó que los gobiernos le pagaran tributos monetarios anuales, y lo más espectacular de todo, humilló el rey Juan de Inglaterra. El rey inglés había tratado de desafiar a Inocente y se encontró excomulgado y a su reino bajo veda. Sin apoyo papal, el rey Juan fue capturado por sus nobles en 1215 y obligado a conceder la Carta Magna, una declaración de derechos de protección contra opresión de la corona. El papa rehusó admitir la validez del documento porque, dijo, se había conseguido bajo presión. Mientras tanto, mediante veda y otras medidas coercitivas. Inocente atrajo a su órbita a todos los gobiernos seculares. El puso en práctica la pretensión de que él era el instrumento inmediato de Dios para gobernar el mundo.
El Cuarto Concilio Lateranense de 1215 señala la cumbre de la dominación oficial católica romana. Este concilio no tiene rival como retrato de sujeción universal al papa por todo poder eclesiástico y secular. El obispo de Constantinopla, una vez fuerte rival, estuvo allí para doblar su rodilla. El espectáculo de esta gran manifestación fue más importante de lo que se había hecho. Se discutió una nueva cruzada, se examinó la unión con la iglesia griega, se arregló el castigo de los herejes por el gobierno, y se emitió un número de cánones estipulando la disciplina eclesiástica. La doctrina de la transubstanciación, que afirma que el pan y el vino de la Misa pierden su carácter y se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo nuevamente crucificado, fue definida oficialmente.
El dominio universal del papado era un hecho consumado. Entre el Concilio de Nicea de 325 y el Cuarto Concilio Lateranense de 1215, el obispo romano se había convertido en el amo del mundo, espiritual y secular. La estructura estaba completa. Sus constructores pensaron que era eterna. En menos de un siglo empezó a desmoronarse.
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