Alejandro III (1159-81). — El segundo de los papas fuertes que fue responsable de llevar al papado a la cumbre de su poder fue Alejandro III. El entró al oficio papal en aprietos. Los cardenales lo eligieron a él por una pequeña mayoría. La minoría de los cardenales, con el apoyo del clero romano y de la autoridad imperial, eligieron un papa rival llamado Víctor IV. Al emperador, Federico Barbarroja (1152-90), le disgustaba Alejandro y apoyó a Víctor, llegando hasta a convocar un concilio eclesiástico, que obedientemente votó en favor de Víctor. Alejandro fue apoyado por Inglaterra, Francia, España, Hungría y Sicilia, pese a todo. Por casi veinte años el emperador Federico trató de forzar el camino a Roma para poner a Víctor como papa, pero sin éxito. En 1177 él se sometió a Alejandro.
Mientras tanto Alejandro había continuado la obra y el espíritu de Gregorio VII. Típicos de sus esfuerzos por llevar adelante el poder y el prestigio del papado fueron sus tratos con Inglaterra. En 1163, después de la muerte del arzobispo de Canterbury, el rey Enrique II de Inglaterra (1154-89) violentó el nombramiento de Tomás Becket, uno de sus cortesanos. Para consternación del rey, Becket se convirtió en un adalid del papa contra el rey. En 1164 el rey convocó un concilio nacional en un esfuerzo por eliminar la influencia papal de Inglaterra. El concilio aprobó todas las medidas del rey, conocidas como las Constituciones de Clarendon. A las cortes eclesiásticas se les recortó su extensión Jurídica; no se podía apelar a Roma sin el permiso del rey; el rey podía nombrar abades y obispos en Inglaterra; las rentas de los oficios episcopales vacantes se volverían al rey. Por causa de su fuerte oposición al rey Enrique respecto a este programa, el arzobispo fue asesinado. Los sentimientos populares se exaltaron tanto por este acto, que Enrique fue forzado a someterse al papa y a renunciar a las Constituciones en 1172.
El Tercer Concilio Lateranense fue convocado por el papa Alejandro en 1179, y decretó que sólo los cardenales pudieran elegir al papa, que los católicos romanos tomaran las armas contra la herejía con la promesa del completo perdón de los pecados si resultaban muertos, y que las autoridades seculares no se entremetieran en los asuntos internos de ,1a iglesia.
Mientras tanto Alejandro había continuado la obra y el espíritu de Gregorio VII. Típicos de sus esfuerzos por llevar adelante el poder y el prestigio del papado fueron sus tratos con Inglaterra. En 1163, después de la muerte del arzobispo de Canterbury, el rey Enrique II de Inglaterra (1154-89) violentó el nombramiento de Tomás Becket, uno de sus cortesanos. Para consternación del rey, Becket se convirtió en un adalid del papa contra el rey. En 1164 el rey convocó un concilio nacional en un esfuerzo por eliminar la influencia papal de Inglaterra. El concilio aprobó todas las medidas del rey, conocidas como las Constituciones de Clarendon. A las cortes eclesiásticas se les recortó su extensión Jurídica; no se podía apelar a Roma sin el permiso del rey; el rey podía nombrar abades y obispos en Inglaterra; las rentas de los oficios episcopales vacantes se volverían al rey. Por causa de su fuerte oposición al rey Enrique respecto a este programa, el arzobispo fue asesinado. Los sentimientos populares se exaltaron tanto por este acto, que Enrique fue forzado a someterse al papa y a renunciar a las Constituciones en 1172.
El Tercer Concilio Lateranense fue convocado por el papa Alejandro en 1179, y decretó que sólo los cardenales pudieran elegir al papa, que los católicos romanos tomaran las armas contra la herejía con la promesa del completo perdón de los pecados si resultaban muertos, y que las autoridades seculares no se entremetieran en los asuntos internos de ,1a iglesia.
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