El papado católico romano ya había alcanzado su cumbre. Los príncipes seculares y eclesiásticos se arrodillaban ante su autoridad.
Hasta los últimos años del siglo XIII parecía que se había creado un nuevo y permanente orden mundial. Es instructivo comparar el cristianismo de esta época dorada del catolicismo romano con el cristianismo del Nuevo Testamento. Aun más allá de las extrañas exterioridades de la relumbrona riqueza, del falso orgullo simbolizado por el besamiento de los pies y por el sostenimiento del solio por los príncipes terrenales, y por el arrodillamiento de los hombres ante los hombres, se había desarrollado una gran diferencia en carácter entre el movimiento descrito en el Nuevo Testamento y el de la Iglesia Católica Romana en el siglo XIII.
Dominación Católica Romana
El cuadro neotestamentario de ministros (obispos) que servían en una iglesia local autónoma, teóricamente igual en todos los obispos en todas partes, había desaparecido. Fuera de las circunstancias que han sido bosquejadas en capítulos anteriores, unos cuantos obispos importantes empezaron a moldear la política del cristianismo total. Uno de estos obispos, el de Roma, pudo inculcar sobre todos los otros obispos occidentales no sólo su ejemplo sino también su autoridad. Además, el obispo romano, mediante coerción espiritual y política, se las había arreglado para asumir el control sobre los reyes seculares. Algunas veces retrocediendo, algunas veces comprometiéndose, algunas veces demandando, los obispos romanos mantenían en mente su meta final de gobierno universal, tanto eclesiástico como secular, y la alcanzaron después de cerca de un milenio de lucha.
Hasta los últimos años del siglo XIII parecía que se había creado un nuevo y permanente orden mundial. Es instructivo comparar el cristianismo de esta época dorada del catolicismo romano con el cristianismo del Nuevo Testamento. Aun más allá de las extrañas exterioridades de la relumbrona riqueza, del falso orgullo simbolizado por el besamiento de los pies y por el sostenimiento del solio por los príncipes terrenales, y por el arrodillamiento de los hombres ante los hombres, se había desarrollado una gran diferencia en carácter entre el movimiento descrito en el Nuevo Testamento y el de la Iglesia Católica Romana en el siglo XIII.
Dominación Católica Romana
El cuadro neotestamentario de ministros (obispos) que servían en una iglesia local autónoma, teóricamente igual en todos los obispos en todas partes, había desaparecido. Fuera de las circunstancias que han sido bosquejadas en capítulos anteriores, unos cuantos obispos importantes empezaron a moldear la política del cristianismo total. Uno de estos obispos, el de Roma, pudo inculcar sobre todos los otros obispos occidentales no sólo su ejemplo sino también su autoridad. Además, el obispo romano, mediante coerción espiritual y política, se las había arreglado para asumir el control sobre los reyes seculares. Algunas veces retrocediendo, algunas veces comprometiéndose, algunas veces demandando, los obispos romanos mantenían en mente su meta final de gobierno universal, tanto eclesiástico como secular, y la alcanzaron después de cerca de un milenio de lucha.
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