A través del período medieval el movimiento monástico retuvo su gran popularidad. Se pensaba universalmente que la vida perfecta sólo podía encontrarse en el monasticismo. Los monjes eran considerados como hombres que habían perdido sus vidas para salvarlas otra vez, que habían dado todo por seguir a Cristo. El avance papal consiguió fomentar grandemente el monasticismo, porque los monjes eran los más fuertes soportes de la supremacía papal. Particularmente después que el nuevo tipo de monasticismo iniciado por la reforma de Cluny se hubo desarrollado, el papa era capaz de socavar el poder de cualquier obispo antagonista. Puesto que estos monjes ya no estaban bajó el gobierno del obispo local, el papa podía enviarlos a cualquier diócesis a escuchar confesiones, a perdonar pecados, a bautizar y a sepultar, a bendecir o a condenar. Como consecuencia, el obispo de tal diócesis se encontraba con que lo habían pasado por alto y que sus funciones las habían tomado los monjes.
Además, los monasterios ofrecían un lugar de refugio para muchos: para los eruditos que deseaban paz y quietud para estudiar, para el piadoso que quería un refugio de la mundanalidad, y para el temeroso que huía de la miseria y desorden de la sociedad. En un sentido los monasterios también ofrecían lugar para disidentes menores. Algunos podían estar en desacuerdo con el programa papal y, sin embargo, deseaban permanecer dentro de la estructura eclesiástica, por convicción o por temor. Las diversas órdenes monásticas, exaltando diferentes énfasis en doctrina y práctica, ofrecían alternativas en las variaciones menores del patrón normal. Muchos monjes indudablemente se encontraban en una atmósfera de congenialidad por las ideas que generalmente no hubieran sido aceptables fuera de su cielo.
De los siglos XI a XIII surgieron varias órdenes monásticas nuevas. Los cistercienses era uno de los movimientos de reforma y se hicieron famosos porque, Bernardo de Claraval, fabricante de papas, se unió a ellos en 1113. Los cánones agustinianos representaban un esfuerzo por introducir la disciplina monástica al clero parroquial. En 1119 se fundó una orden conocida como los premonstrantes, que ofrecía vida comunal en un monasterio a los varios sacerdotes de una parroquia en particular. Otro tipo de monasticismo surgió de las Cruzadas. Se desarrollaron tres órdenes militares sobresalientes. Los Caballeros de San Juan, u Hospitalarios, se organizaron en el siglo XII para ayudar a los enfermos y a los peregrinos desvalidos en camino a Jerusalén; los Caballeros Templarios eran una orden de laicos organizada en 119 para proteger a los peregrinos a Jerusalén; y los caballero Teutones con una misión similar, datan de 1190. Las dos órdenes más importantes de estos siglos eran los dominicos y los franciscanos. Domingo de Guzmán (1170-1221) organizó una orden con el propósito de hacer volver a los herejes a la Iglesia Romana, mediante la predicación. En 1216 se obtuvo el reconocimiento del papa y el movimiento se extendió rápidamente. Antes de la muerte de domingo, su orden contaba con sesenta casas, situadas en todas partes de Europa. Indudablemente que copiando al movimiento franciscano, los dominicos se hicieron mendicantes, o mendigos. Por su énfasis en la educación y la predicación, los dominicos han producido algunos de los más grandes teólogos y eruditos de la Iglesia Romana.
Francisco de Asís nació alrededor del 1182. Aproximadamente a la edad de veinticinco años, sus actividades militares y comerciales fueron cambiadas por una experiencia de conversión, y dos años después decidió formar una orden que se esforzara por reproducir e.1 espíritu y la obra de Cristo. Esta orden fue aprobada por el papa Inocente III en 1216. Las inclinaciones del mismo Francisco lo separaron de la organización formal y efectiva, pero por medio de amigos capaces, especialmente del papa Gregorio IX (1227-41), el movimiento franciscano se desarrolló y se extendió rápidamente. Después de la muerte dé Francisco en 1226 sus seguidores se dividieron por la interpretación de sus enseñanzas.Tanto los dominicos como los franciscanos incluían preparativos para conventos para monjas, donde las mujeres pudieran servir a la causa. Estas dos órdenes mendicantes han sido una fuerza tremenda en el desarrollo del sistema católico romano.
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