Constantino era un genio político. De su comparativamente escasa comprensión del cristianismo y de su breve contacto con él, concluyó dos cosas: que el cristianismo llegaría a ser el sistema religioso dominante del mundo, y que el agonizante Imperio Romano podría salvarse, o cuando menos prolongarse; por una unión con esta religión dinámica. Constantino quería que el cristianismo fuera el cemento del imperio; él quería que la religión actuara como un factor unificador en el sistema político. Esta no era una idea completamente nueva, porque la religión había sido una parte del sistema romano de gobierno a través de los siglos. La innovación consistía en la clase de religión, que no era un sincretismo planeado por el gobierno para invitar a todos a unirse a él, sino un movimiento poderoso y extenso que era exclusivo en su concepto de Dios y en sus requisitos para la admisión.
Tal unión de fuerzas fue algo nuevo, tanto para el imperio como-para el cristianismo. Cada uno se desarrolló de manera diferente por esta alianza. El cristianismo no pudo salvar al Imperio Romano— había ido demasiado lejos; y Constantino estaba equivocado, también, al suponer que el cristianismo actuaría como cemento para el imperio.
¿Cómo podía el cristianismo traer unidad al mundo político cuando el cristianismo mismo no poseía unidad? Ya tres escuelas de pensamiento habían desarrollado y desplegado antagonismo unas contra otras.
Alejandría era el centro de la más antigua de esas escuelas. Un filósofo convertido, Panteno, organizó una escuela para instruir a los cristianos convertidos. Fue sucedido por Clemente, y Clemente por Orígenes; estos dos últimos ya fueron mencionados en conexión con los monumentos literarios del segundo período de la historia eclesiástica. Estos hombres veían la filosofía como el medio de interpretar el cristianismo. En la mejor tradición filosófica, la Biblia se leía alegóricamente. Se daba gran énfasis a la redención, como una unión mística con Dios por medio de Cristo.
Antioquia era el segundo centro. Esta escuela fue fundada por Luciano al final del Siglo III. Representando la tradición del apóstol Juan, esta escuela de pensamiento exaltaba las Escrituras como las mejores intérpretes de si mismas. Por causa de la intensa lucha con el gnosticismo, la filosofía se volvió sospechosa. Se procuraba el significado literal de un texto, a la luz de su fondo gramatical e histórico.
La escuela occidental del pensamiento reclamaba escritores tanto del continente como del Norte de África. Como el centro de Antioquia, también desconfiaba de la "filosofía y colocaba, su principal énfasis en la aplicación practica del cristianismo.
Las controversias que empezaron a levantarse en el cristianismo seguirían el modelo de pensamiento representado en las varias escuelas; es decir, con los mismos hechos y escrituras los seguidores de la escuela alejandrina, usando el enfoque filosófico, alcanzaba diferentes conclusiones de la escuela de Antioquia y de la de Occidente. Muchas veces la búsqueda de la verdad era simplemente un estímulo secundario en la controversia; la rivalidad intelectual acicateaba a los adherentes de cada tipo de pensamiento más allá de los límites de la caridad cristiana.
Con esta clase de desunión en el movimiento cristiano, había considerable duda de que trajera unidad al Imperio Romano cuando formaron la alianza. No fue mucho antes de este hecho que Constantino despertó bruscamente. Reuniendo movimientos cismáticos históricos como montañismo y novacianismo, la división donatista en el Norte de África se lanzó contra Constantino casi al tiempo que él había decidido hacer del cristianismo el cemento del imperio. El trato de Constantino para el donatismo fue, por supuesto, motivado por factores políticos. El hizo lo que pudo apelando, argumentando, amenazando, y, finalmente, persiguiendo físicamente para cerrar las filas del cristianismo, todo sin éxito.
La escuela occidental del pensamiento reclamaba escritores tanto del continente como del Norte de África. Como el centro de Antioquia, también desconfiaba de la "filosofía y colocaba, su principal énfasis en la aplicación practica del cristianismo.
Las controversias que empezaron a levantarse en el cristianismo seguirían el modelo de pensamiento representado en las varias escuelas; es decir, con los mismos hechos y escrituras los seguidores de la escuela alejandrina, usando el enfoque filosófico, alcanzaba diferentes conclusiones de la escuela de Antioquia y de la de Occidente. Muchas veces la búsqueda de la verdad era simplemente un estímulo secundario en la controversia; la rivalidad intelectual acicateaba a los adherentes de cada tipo de pensamiento más allá de los límites de la caridad cristiana.
Con esta clase de desunión en el movimiento cristiano, había considerable duda de que trajera unidad al Imperio Romano cuando formaron la alianza. No fue mucho antes de este hecho que Constantino despertó bruscamente. Reuniendo movimientos cismáticos históricos como montañismo y novacianismo, la división donatista en el Norte de África se lanzó contra Constantino casi al tiempo que él había decidido hacer del cristianismo el cemento del imperio. El trato de Constantino para el donatismo fue, por supuesto, motivado por factores políticos. El hizo lo que pudo apelando, argumentando, amenazando, y, finalmente, persiguiendo físicamente para cerrar las filas del cristianismo, todo sin éxito.
Para Constantino este problema era solamente una prueba de lo que habría de venir. Más tarde, el clamor de los donatistas, "¿Qué tiene que ver el emperador con la iglesia?" fue el que simbolizaba el dilema más grande de la nueva alianza entre la iglesia y el estado. ¿Qué debía hacer un emperador para mantener el control político cuando sus ciudadanos cristianos insistían en formar partidos teológicos hostiles sobre la base de sus interpretaciones escriturarias? Sea o no que su intención original fuera considerarse a sí mismo de esa manera, Constantino se vio obligado a convertirse en "obispo de obispos” en un intento de restaurar la unidad.
Esta posición le fue concedida por los príncipes eclesiásticos del imperio.La controversia que puso a Constantino en este lugar de liderato eclesiástico y doctrinal fue llamada la controversia arriana, y tenia que ver con la interpretación de la persona de Cristo en relación a Dios.
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