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miércoles, 27 de agosto de 2008

Factores en la Historia Religiosa de América

Relación de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos. — Algu­nos han opinado que la contribución más grande de los Estados Uni­dos emanada del poder gubernamental, ha sido la completa separación de la iglesia v el estado. Debe recordarse que a través de los si­glos la Iglesia Católica Romana mantuvo el poder y modeló su sistema con la ayuda de las potencias seculares. Fue únicamente por ayuda del estado que Roma pudo dar vigor a su uniformidad, reprimí la herejía, y extender su sistema. El luteranismo, el calvinismo, zwinglianismo, y el anglicanismo no se oponían a recibir ayuda del estado. En América parecía que tal vez el gobierno se encontraría en mismo dilema de unión religiosa. Nueva Hampshire, Massachusetts, Connecticut habían establecido el congregacionalismo por ley en tiempo de la Revolución Americana, mientras que Maryland y V ginia habían establecido la Iglesia de Inglaterra.

La norma nacional en cuanto a la religión, sin embargo, no siguió a ninguno de estos estados, sino el sistema de Rhodejsland, sesión de iglesia y el estado, muy menospreciado cuando se estableció pero con un continuo aumento de adherentes. Entre otras cosas, Revolución Americana socavó el establecimiento de la Iglesia Anglicana sobre bases patrióticas, porque en ese entonces no se sabía los seguidores americanos del sistema instituirían un cuerpo episcopal nacional e independiente. Además, en la misma área donde este establecimiento estaba entrañando, la fuerza de la disensión era considerable, especialmente entre los bautistas, los presbiterianos y los meto distas. La naturaleza democrática del Gran Avivamiento había impresionado profundamente a la población, y estos avivamientos todavía estaban sucediendo en Virginia y en los estados vecinos. El Nuevo Mundo había sido buscado como un refugio de la persecución religiosa, y el espíritu democrático de la colonización y los avivamientos religiosos resistieron un establecimiento nacional.

Además, al mismo tiempo las clases educadas estaban bebiendo profundamente de las copas de la filosofía y el liberalismo político Francia. La democracia y la libertad eran grandes palabras. La unidad del hombre común demandaba respeto y reconocimientos, indudable corrupción y malignidad de la religión católica romana en Francia, que se había ligado al estado y estaba minando lentamente su vida, les dio razones adicionales para no tener unión religiosa entre iglesia y estado a los intelectuales americanos escépticos que estaban en lugares políticos claves. La misma Revolución de 1776 estaba a la f vanguardia de la libertad religiosa. El derrocamiento de la monarquía I y el surgimiento de la democracia fue el triunfo de la teología de los [«disidentes, que en los avivamientos de la pasada generación habían visto el Espíritu de Dios moverse libremente entre toda la gente.

La victoria de la libertad religiosa empezó en Virginia. Aquí, en medio de estrictas prohibiciones impuestas por la establecida Iglesia de Inglaterra, los bautistas, fuertemente ayudados por los presbiteria­nos y los metodistas, empezaron un activo programa para quitar la unión de la iglesia y el estado. Esto se cumplió en 1787 por la ayuda política de Jaime Madison. Además, la nueva constitución fue aproba­da por virginianos, con el entendimiento de que se añadiría inmedia­tamente un acta de derechos garantizando la libertad religiosa. Esta promesa se cumplió, y el primero de los derechos protegió a la recién nacida nación de los males de una iglesia establecida. Era de cajón que los estados reflejaran este mismo espíritu al eliminar la unión de igle­sia y estado. Los últimos de estos, Nueva Hampshire, Connecticut, y Massachusetts, eliminaron el apoyo al congregacionalismo en 1817, 1818, y 1833, respectivamente, principalmente por los esfuerzos de Juan Leland, un bautista. Hasta el presente día todavía hay proble­mas entrañados en la separación de la iglesia y el estado, pero la misma estabilidad continua de la nación está envuelta en la preservación de este principio.

Escepticismo e Infidelidad Primitivos. — Durante la Revolución Americana e inmediatamente después, la mayoría de las colonias ex­perimentaron una oleada de infidelidad. Una parte de la razón fue la amargura y el cinismo que siempre trae la guerra. La Guerra France­sa e India (1756-63) y la Guerra de Revolución (1775-83) habían traído sufrimiento general y declinación moral. El íntimo contacto con las corrientes intelectuales antes de la Guerra de Revolución y con Francia durante la guerra trajo considerables cantidades de su escep­ticismo e infidelidad a las playas americanas. Los escritos anticristia­nos de Voltaire (1694-1778) en Francia y de Tomás Paine (1737-1809) en América, fueron ampliamente leídos y aceptados.

Al fin de la revolución se había estimado que menos del diez por ciento de la población americana era cristiano decidido. Las diversas escuelas "cristianas" estaban llenas de incrédulos y ateos. Sólo -dos del cuerpo estudiantil de Princeton profesaban ser cristianos en 17821, y las otras escuelas eran igual de malas. Cundieron las sociedades racionalistas y ateas. Esto no era tan completamente cierto en el baja sur, donde los avivamientos de la religión habían continuado desde los días del Gran Despertar (1739). El segundo Gran Despertar en los primeros días del siglo XIX volvieron a América otra vez a la fe, Los cristianos empezaron a multiplicarse mucho más rápidamente que la población. Mientras que sólo alrededor de 275,000 de 3, 929,214 eran cristianos en 1790, más de 83, 000,000 profesaron ser cristiane de una población de más de 165, 000,000 en 1956.

El Segundo Gran Despertar. — En Nueva Inglaterra, probable mente el área de mayor necesidad espiritual, ocurrió un segundo Gran Despertar en los primeros años del siglo XIX. Fue muy diferente de primer Despertar de medio siglo antes. Hubo menos excitación emocional y menos controversia inmediata sobre los métodos de avivamiento. Los dirigentes sobresalientes particulares fueron pocos, y poder del avivamiento fue canalizado hacia propósitos de benevolencia. Por causa de ello, prácticamente todas las denominaciones fueron despertadas a la importancia de extender el evangelio, tanto en la patria como más allá. Se hicieron esfuerzos crecientes por cristianizar los indios, y se hicieron planes por enviar el evangelio a las lejanas fronteras del oeste. Los congregacionalistas organizaron la Junta Americana de Comisionados en 1810 para hacer obra misionera foránea. Los bautistas establecieron la Convención Misionera General de denominación Bautista de los Estados Unidos de América para Misiones Foráneas en 1814.

La Sociedad Bíblica Americana se formó en 1816 sobre una base interdenominacional, como también lo fueron la Unión Americana Escuelas Dominicales en 1824 y la Sociedad Americana de Misione Domésticas en 1826. Los bautistas formaron su Sociedad de Tratado en 1824, un año antes de la Sociedad Americana de Tratados interdenominacional. Los bautistas también formaron su Sociedad de Misiones Domésticas en 1832. La inspiración para la fundación de estas versas sociedades de benevolencia indudablemente se extendió principalmente por el avivamiento espiritual a fines del siglo. También es cierto que el creciente sentimiento, tanto en el norte como en el sur, a favor de la abolición de la esclavitud fue acelerado por estos avivamientos, especialmente los de Carlos C Finney.

Mientras tanto, un avivamiento de diferente clase se estaba experimentando al oeste de los montes Alleghanvs por el mismo tiempo. Todas las denominaciones parecen haberse incluido en el, aunque el movimiento inicial se desarrollo bajo la dirección del presbiteriano Jaime McGready de Kentucky. En este avivamiento las reuniones en campamentos se hicieron populares .Los pobladores viajaban por millas a la redonda para hacer un campamento en una área central. Los ministros de diferentes denominaciones predicaban al mismo tiempo en varias partes de los terrenos del campamento a multitudes tan grandes como sus voces podían alcanzar. En estas reuniones era evidente la gran excitación emocional y física. Los gritos y el llanto alternaban con los ladridos, los temblores, las carreras, el andar a gatas y en algunos casos, la apariencia de completa pérdida de la conciencia. Como resultado directo de este avivamiento, los presbiterianos se rehusaron a apoyar la acción de uno de sus presbíteros al ordenar nuevos hombres para la obra evangelistica sin los prerrequisitos apropiados y ocurrió un cisma, del que surgió la iglesia presbiteriana de cumberland En general, el avivamiento añadió grandes cantidades a las iglesias de Kentucky y Tennessee, y prácticamente todas las fronteras de las denominaciones se beneficiaron con la renovación del interés espiritual.

Corriente de Emigrantes. Uno de los factores importantes en la historia religiosa de los Estados Unidos fue la gigantesca marea de inmigración que fluyo al país. Produjo repercusiones en muchas direcciones. Las características religiosas de los inmigrantes dieron colorido al cristianismo americano; La posesión de estos inmigrantes constituyo un gran desafió para las que pertenecían; grandes comunidades de una sola nación influyeron grandemente a otras en el área inmediata; el gran aumento de las denominaciones en América a las que los inmigrantes pertenecían les trajo no solo problemas sino también un rápido aumento de poder y prestigio; y cuando las grandes cantidades de inmigrantes llegaron y se asentaron cerca de la costa, los colonos de las comunidades a lo largo de la costa se persuadieron a mudarse al oeste, donde había mas espacio. El número de inmigrantes se aceleró por muchos factores. La mi­gración al oeste después de la compra de Luisiana en 1803 y el retor­no de la paz en 1815, produjeron una demanda inmediata de trabaja­dores a lo largo de la costa, especialmente para el amplio programa de construir vías férreas, canales, y caminos. La inquietud, el hambre, y la crisis económica en varios países, sirvieron para llevar a muchos a las playas americanas. La Revolución Americana y la guerra de 1812 desanimaron la inmigración en las primeras décadas del siglo XIX. Por 1820, sin embargo, los inmigrantes empezaron a llegar a razón de más de 9,000 por año; entre 1825 y 1835 el promedio llegó a 35,000 al año; en los siguientes diez años el promedio fue de 70,000 al año; mientras que entre 1845 y 1885 casi 12, 000,000 inmigrantes llegaron al país, aproximadamente 25,000 al mes por cuarenta años.

En la primera mitad del siglo el número más grande de inmigran­tes vino de Irlanda, donde el fracaso de la cosecha de patatas en los años de 1840 produjo hambre virtual a millones. Se ha estimado que cerca de dos millones de los irlandeses emigraron a América, prácticamente todos ellos ávidos católicos romanos. No tantos alemanes hicieron el viaje, mientras que un número más pequeño vino de prácticamente todos los países del sur de Europa, también fuertemente católico. Esta avalancha de inmigrantes influyó grandemente en la historia de las diversas denominaciones de América.

La Expansión al Oeste y la Guerra.La "frontera" americana (la frontera americana debe interpretarse en el contexto histórico de la nación como los confines que estaban en proceso de ser ganados por el hombre a la naturaleza), resultado de un gran nuevo continente de tierra virgen colonizado lentamente, tuvo un lugar increíblemente significativo en la vida religiosa de la nación. Modeló la economía hasta hacerla de abundancia en vez de escasez en la propiedad de la tierra. El espacio de tierra de Europa había sido agotado o vaciado antes de tiempo por siglos, y la tierra significaba estabilidad y riqueza. En un país virgen la presencia de un confín en constante expansión daba a cada hombre un sentimiento de independencia financiera y de dignidad. Proveía una sociedad fluente, porque una persona podía mover­se hasta el confín por cualquier razón o sin razón. Estimulaba nueva emigración al atraer la fuerza humana, particularmente de los obreros marginales o trabajadores no especializados, con las oportunidades del país virgen. Alentaba el espíritu democrático tanto como cada hombre podía soportar en su propio valer en las ásperas y rigurosas áreas de la vida colonial. Alentaba a esas denominaciones de cristianos que exaltaban la democracia en la vida eclesiástica: los bautistas, meto­distas, y otros cuerpos similares. La ruda, y muchas veces inmoral, vida "fronteriza", desafiaba a las denominaciones de las antiguas co­munidades del este a enviar misioneros a las colonias a alentar a los cristianos a ganar a los perdidos. El avivamiento del tipo que se reunía en campamentos se desarrolló para la predicación del evangelio a gran­des números.

Otro aspecto de la importancia de la colonización y del oeste concierne al efecto político de los nuevos estados. La avalancha de emigración al oeste que produjo una constante proyección de la línea fronteriza trajo como resultado el establecimiento de nuevos estados. Uno de los problemas abrumadores de la nueva nación tenía que ver con la esclavitud de los negros, introducida en 1619 a la colonia de Virginia, impuesta sobre ellos por Inglaterra pese a sus protestas, ex­tendida por el sur por la importación y financiamiento del norte, y gradualmente abrazada por el sur por la asoladora elección de un sistema de una sola cosecha. Un determinismo geográfico y climático li­mitó la esclavitud negra casi totalmente al sur, en un sistema feudal y anacrónico. Sin duda la institución se hubiera derrumbado por su pro­pio peso, porque económicamente era errónea tanto como moralmente mala. El asunto se volvió político puesto que esos estados denomina­dos como "estados esclavos" usualmente formaban una coalición uni­da. Si los estados más antiguos hubieran quedado como miembros ab­solutos de la unión nacional, la cuestión de los esclavos no se hubiera vuelto políticamente explosiva, pero el asunto de los derechos estata­les y los celos seccionales, combinados con las diferencias en la inter­pretación del significado de la constitución, se encendieron en un con­flicto por la extensión de la esclavitud.

Muchas de las denominaciones se dividieron por el asunto de la esclavitud. La guerra sobrevino en 1861 y produjo dolor y pérdida a todas partes de la nación. La unión Victoria de 1865 aseguró política­mente la unidad de la nación y anunció la emancipación de la esclavi­tud americana de los negros. Las tropas estuvieron estacionadas por todo el sur hasta 1878, contribuyendo a la amargura engendrada por la guerra. Los cismas causados por este asunto en algunas denominaciones no han sanado hasta el presente.

Nuevas Denominaciones. — No es posible, por supuesto, esbozar toda la historia del cristianismo americano en un breve compendio de esta clase. La ola de libertad de elección en el área de la religión produ­jo una rica y libre variación a las denominaciones de América. Varias de las más importantes se mencionan aquí.

Tomás Campbell y su hijo Alejandro eran parte de un extenso mo­vimiento que deseaba restaurar el primitivo cristianismo eliminando todos los credos y organizaciones denominacionales. Indudablemente los dos recibieron fuertes impresiones en este sentido por sus contac­tos con el cristianismo escocés, y especialmente con Greville Ewing, Juan Glas, y Roberto Sandeman. Prácticamente cada doctrina distinti­va del movimiento estaba modelada por las prácticas escocesas. En América los dos Campbell dejaron las filas presbiterianas y en 1812 se unieron al compañerismo bautista. Por 1830 Alejandro Campbell y su grupo dejaron a los bautistas, difiriendo de ellos en varios particu­lares, y tomaron el nombre de "Discípulos de Cristo". Campbell ense­ñaba que el bautismo completa la salvación, observaba la Cena cada semana, y miraba con disgusto cualquier distinción entre ministros y feligreses, como se ve en títulos tales como "clero" y "laicos". Walter Scott de Ohio y Barton W. Stone de Kentucky se unieron con Campbell en su movimiento de "restauración" y contribuyeron grandemente a su crecimiento. En lugar de eliminar los movimientos denominacio­nales, Campbell empezó uno nuevo, que lentamente desarrolló las características de otras denominaciones. Su feligresía total en 1956 era de 1, 897,736 en 1951 iglesias. El movimiento conservador de las Iglesias de Cristo tuvo su origen también en Campbell. En 1956 su feligresía indicaba 1, 600,000 en 16,500 iglesias.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fuel fundada en 1830 por José Smith, que informó haber visto visiones celestiales y recibido el Libro de Mormón en planchas de oro. La emigración al oeste en 1847 y la fundación de la ciudad de Salt Lake es uní dramático episodio de la historia americana. La parte del movimien­to que se estableció en Independence, Missouri, tomó el nombre de Iglesia Reorganizada de los Santos de los Últimos Días y ahora cuenta con 137,856 miembros en 808 iglesias. La sección de Utah, se ha ex­tendido y es muy activa en la propagación de sus creencias. Por cau­sa de su creencia en la continuación de los dones proféticos mediante su presidente y en la naturaleza sagrada del Libro de Mormón, algunos han puesto en tela de juicio que el mormonismo deba ser conside­rado como parte del movimiento cristiano. Ahora ellos informan de 1, 230,021 comulgantes en 2,624 iglesias.

Los alemanes que se establecieron en Pennsylvania y áreas adyacentes fueron influidos por fuertes personalidades para formar nue­vos grupos denominacionales que combinaran las más antiguas tradi­ciones. Felipe Guillermo Otterbein (1726-1813) y Martín Boehm (1725-1812), el uno ministro reformado y el otro un menonita, se unie­ron para tener reuniones evangelísticas entre los alemanes de Penn­sylvania y estados vecinos durante los días de la Guerra de Revolu­ción. En 1800 formaron los Hermanos Unidos en Cristo. Este grupo se unió en 1946 con la Iglesia Evangélica (organizada por Jacobo Albright sobre principios metodistas en 1816), y el cuerpo combina­do se llamó Iglesia Evangélica de los hermanos Unidos. Ahora informa 737,489 miembros en 4,370 iglesias.

En 1831 Guillermo Miller (1782-1849), mediante una cuidadosa consideración de los números simbólicos del libro de Daniel, conclu­yó que Cristo regresaría dentro de los siguientes pocos años y reunió un grupo conocido como los adventistas. Pese al fracaso de su profecía principal, la denominación todavía persevera, y cuenta ahora con 277,162 constituyentes en 2,858 iglesias.

Un tipo de especulación apocalíptica deformada de Carlos Russeli en el siglo XIX resultó en la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Ahora dice tener 187,120 miembros en 3,484 iglesias. Ma­ría Baker Eddy puso en marcha una especie de gnosticismo moderno y fundó la Iglesia de Cristo Científica (Ciencia Cristiana) en 1879, en Boston, y sus seguidores ahora operan 3,100 ramas de la iglesia madre.

Las iglesias nacionales de Oriente, que rompieron la comunión con Roma en 1054 fueron lentas en desarrollarse en los Estados Uni­dos, pero debido a la inmigración y nacimientos el número ha crecido firmemente. Los varios grupos nacionales formaron sus propias iglesias, tales como la Griega Ortodoxa, la Romana Ortodoxa, la Servia Ortodoxa, y otras. Ellas tienen tal vez un millón de constituyentes en América en el presente.

Hay en Estados Unidos otros grupos cristianos más pequeños, aunque importantes, pero no pueden discutirse en una obra como esta.

Además, el cristianismo americano se ha caracterizado por mu­chos movimientos benevolentes y semicristianos, tales como la Asociación Cristiana de Jóvenes, organizada primeramente en 1844 en Londres, y la Asociación Cristiana de Señoritas, también or­ganizada en Londres en 1855. El Ejército de Salvación inglés, fundado por el metodista Guillermo Booth en 1878, se ha extendido ampliamen­te en los Estados Unidos, y ahora cuenta con 249,641 adherentes en L323 iglesias.

Resurgimiento del Racionalismo. — Los antiguos sistemas europeos dé racionalismo, ilustrados por la filosofía de hombres como Cristiar Wolff en el siglo XVII, fueron condenados por hombres como Emmanuel Kant, Schleiermacher, Ritschl, y otros, que mostraron que el hombre no es simplemente una criatura pensante sino también una persona moral, con sentimientos y con voluntad. La última mitad del siglo XIX, sin embargo, trajo un racionalismo de una nueva clase, ciencia física se sumó a la filosofía, la sociología y la psicología para elevar dudas respecto a la existencia de Dios o para oponerse firme menté a la idea de una revelación especial que incluye el sobrenaturallismo. El mundo material se volvió muy real. Cada filosofía empezó a clasificar los valores en términos de si podían obrar con éxito en mundo cotidiano. Los asuntos religiosos y espirituales fueron considerados en términos humanitarios v canalizados hacia la superación social. En este medio ambiente es posible señalar varias actitudes en relación al cristianismo tradicional.

Estas son: (1) Un partido definitivamente no teísta o agnóstico A pesar de los fenomenales adelantos del cristianismo en América de de la Revolución, un fuerte núcleo de escepticismo e incredulidad nunca fue alcanzado. Niega la existencia de Dios y se mofa de cualquier idea de revelación. (2) Un partido teísta, pero indistintivameinte cristiano. Este grupo está en la sucesión del deísmo inglés, que afirma hay Dios pero que no tiene revelación especial. De esta manera el hinduísmo es revelación tan válida como el cristianismo; cada pro feta en cualquier religión ha sido inspirado y añade algo a la revelación total de Dios. (3) El partido cristiano no sobrenaturalista. Este grupo pretende seguir la tradición cristiana pero niega muchas de las creencias antiguas. La revelación se hace significativa sólo cuando es razonable. Las Escrituras Cristianas principalmente, son indignas de confianza y deben ser escudriñadas muy cuidadosamente por la ra­zón humana para encontrar la verdad y la significación. Lo que no es razonable en el marco humano de referencia es descartado. Una ex­piación vicaria es imposible porque Cristo era simplemente un buen hombre. La inmediata confrontación de Dios puede ser sentida por el espíritu humano y constituye la única autoridad religiosa válida. Para este grupo el principal valor de la religión reside en ampliar los cana­les humanitarios. Tal vez el principal exponente de este partido en América ha sido Harry Emerson Fosdick (1878-1969). (4) Un partido americano neo-ortodoxo. Este grupo, que difiere en algunos aspectos del pensamiento de Karl Barth pero que está de acuerdo con él en el enfoque básico, hace hincapié en la esencial pecaminosidad del hom­bre. Como Barth, sus seguidores son muy liberales con respecto a mu­chas doctrinas de sobrenaturalísmo tradicional pero persisten en la an­tigua ortodoxia al punto del pecado del hombre y la soberanía tras­cendente de Dios. Tal vez la figura sobresaliente de esta escuela es Reinhold Niebuhr (1892-1971). (5) El partido de sobrenaturalismo tradicional. Este grupo se esfuerza por hacer pertinente el mensaje tra­dicional cristiano en una era científica y materialista, sosteniendo las creencias básicas de la revelación del Nuevo Testamento y aceptando el sobrenaturalismo "irrazonable" del cristianismo como se ejemplifi­ca en la regeneración espiritual del individuo por la obra del Espíritu divino.

Tal vez debe ser incluido un sexto grupo, comúnmente conocido como fundamentalismo, que en algunos casos va hasta el otro extremo del racionalismo; es decir, elimina completamente el elemento racio­nal de la revelación cristiana y de la religión en general.

La Unión Eclesiástica y el Ecumenismo. — En su mayor parte, el cristianismo americano ha ingresado de corazón en el movimiento ha­cia la unión eclesiástica y el ecumenismo. Las razones son muchas, e incluyen: un deseo básico de unidad; la influencia de los movimientos interdenominacionales ingleses, particularmente en misiones; la unidad de "denominaciones familiares", los que creen en las mismas cosas y en la misma tradición y necesitan la unión para obtener fuer­za y crecimiento en la obra; el desafío del campo misionero foráneo, donde había necesidad de colocar un cristianismo unido ante un mun­do pagano; los vastos movimientos humanitarios, tal como el abolicio­nismo, que cruzó las líneas denominacionales; el clamor por eficiencia; los movimientos seculares hacia la unidad en el mundo, como se ve en las Naciones Unidas; la necesidad de un frente unido no católico para competir con la unidad organizacional de la Iglesia Católica Ro­mana; y los efectos de la teología liberal, que al amortiguar o negar las convicciones cristianas tradicionales hace que las diferencias denomi­nacionales menores parezcan relativamente académicas.

Los antecedentes específicos de los modernos movimientos ecu­ménicos en América pueden verse en las sociedades interdenominacionales misioneras, de tratados, y bíblicas, organizadas poco después del fin del siglo XIX. La rama americana de la Alianza Evangélica Mundial, una organización interdenominacional para la promoción j de la unidad cristiana, se organizó en 1867, y por casi medio siglo promovió la causa de la unión eclesiástica y el ecumenismo, aunque en el contexto del evangelismo conservador. Otras organizaciones importantes que procuraban la reducción o la eliminación de las líneas denominacionales fueron el Movimiento Voluntario Estudiantil (1886) y la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos (1895). Las conferencias misioneras interdenominacional es que empezaron en 1854 en Nueva York, produjeron la Conferencia de Misiones Extranjeras di Norteamérica. El Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América (desde 1950 el Concilio Nacional) fue organizado en 1908. La mayoría de las denominaciones más importantes, con excepción de los bautistas del sur y los luteranos del sínodo de Missouri, han participado libremente en las conferencias mundiales de Edimburgo (1910), Estocolmo (1925), Lausana (1927), Jerusalén (1928), Oxford (1937), Edil burgo (1937), Madras (1938), Utrecht (1938), Amsterdam (1948j y Evanston (1954).

Dos Guerras Mundiales. — Los dos conflictos mundiales del si XX en que América ha participado han tenido efectos significativo El resultado de la primera fue el resurgimiento de la doctrina líber un humanitarismo optimista. Muchos creyeron que la última guerra era la final y que pronto vendría el milenio universal de paz y prosperidad total. Difícilmente se dudaba de la capacidad del hombre para alcanzar esas cosas. La catastrófica depresión financiera y la asombro­sa ascensión al poder de los dictadores europeos prepararon el es­cenario para un segundo conflicto mundial. Con él se extendió la evi­dencia del interés en las cosas espirituales. Nadie puede saber si la historia verá esto como el primer avivamiento religioso de la era ató­mica, pero las adversidades del camino pueden considerarse bendi­ciones si profundizan la fe en Dios y alientan la dependencia de él.

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