¿Podría el hombre salvarse sin una revelación especial de
Sus enseñanzas rápidamente entraron en conflicto en las creencias y prácticas de la iglesia en el Norte de África, porque Pelagio enseñaba que no era necesario que los niños fueran bautizados, puesto que ellos no tenían pecado original que les fuera lavado. Tan directa negación de uno de los credos importantes de las iglesias católicas pronto trajo altercados. El grupo pelagiano decía que cada hombre podía escoger pecar o ser justo. Ellos consideraban que todo el ambiente del hombre es revelación de Dios, incluyendo la creación, los amigos, las circunstancias, e insistían en que no era necesaria una gracia regeneradora especial para la salvación. Era muy posible salvarse sin las Escrituras y sin la revelación de Cristo, aunque no debían restarle importancia a éstos, puesto que proveen inspiración y dirección. No hay tal cosa como pecado original, ellos decían, porque Dios creó cada alma al momento de nacer y la dotó de pureza y libertad. Después que el niño es capaz de hacer sus propias decisiones, Dios espera que use su ambiente, sus amigos, su educación y su intelecto para escoger la justicia; y el niño es capaz de hacerlo.
Por causa de estos conceptos Celestino fue excluido de la iglesia de Cartago en 412 y huyó a Palestina: unirse a Pelagio. Aquí ocurrió en 415 un interesante incidente que ilustra la actitud general de los obispos orientales hacia el obispo romano. El obispo Juan de Jerusalén y sus presbíteros se reunieron a escuchar los cargos contra Pelagio. Después que se presentó la evidencia, Juan decidió que puesto que Pelagio era de Occidente, le tocaba estar bajo la autoridad del obispo de Roma. Es decir, que toda la cristiandad latina se consideraba que estaba bajo el poder del obispo romano.
Los obispos romanos intermitentemente tomaban ambos lados de la controversia. En 416 él obispo Inocente condenó el movimiento. Después de su muerte, en ese año el obispo Zósimo aprobó públicamente las enseñanzas de Pelagio y Celestino. El año siguiente, no aceptando la idea de que el obispo romano fuera infalible, los obispos del Norte de África condenaron el movimiento pelagiano. Hasta el emperador romano Honorio, en Constantinopla, dirigió un edicto condenando al obispo romano y a los que sostuvieran su herejía. Finalmente, el obispo Zósimo de Roma cambió su posición y aprobó el punto de vista africano, y ordenó a todos los obispos de occidente que cambiaran dé doctrina al mismo tiempo: Muchos eminentes obispos se negaron a condenar enteramente los conceptos de Pelagio. En el concilio universal de Efeso en 431, el concepto pelagiano fue oficialmente condenado, junto con los nestorianos, de quienes los pelagianos habían sido amigos. Muchos obispos mantuvieron una posición semipelagiana, poniendo énfasis en las buenas obras del hombre y en la iniciativa de la salvación. Esta posición fue tomada en oposición a la teoría alternativa del gran oponente de Pelagio,
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