Antes del fin del Siglo II, los obispos romanos fueron condenados por seguir la herejía montañista y fueron excomulgados por laxitud eclesiástica. Difícilmente se hubiera esperado de los hombres que estaban al tanto de esta historia que aceptaran al pie de la letra las arrogantes pretensiones que después se desarrollaron.
Había varias flaquezas definidas en las pretensiones del primado de
Relativa a la sucesión apostólica. — Roma no era la única iglesia con una fuerte tradición. Tanto Ireneo (185) como Tertuliano (2()0) señalan que muchas iglesias habían sido fundadas por los apóstoles y tenían escritos apostólicos. Corinto, Filipos, y Efeso se mencionaban en particular. Aun más: Gregorio I (590-604), uno de los más grandes papas romanos, admitía que las iglesias de Alejandría y Antioquia tenían el mismo fondo que Roma. Su carta decía: "Como yo mismo, vosotros que estáis en Alejandría y en Antioquia sois sucesores de Pedro, viendo que Pedro, antes de venir a Roma tuvo la silla de Antioquia, y envió a Marcos su hijo espiritual a Alejandría. Entonces, no permitáis que la sede de Constantinopla eclipse vuestras sedes, que son las de Pedro." En otras palabras, si la base de la autoridad romana, como se pretendía, es la sucesión de Pedro, entonces Antioquia y Alejandría deberían tener una pretensión anterior a la de Roma. De hecho, sí la tradición constituía la base de la autoridad, entonces Jerusalén, donde Jesús estableció la primera iglesia, debía tener el primado.
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