El cambio de la capital imperial de Roma a Constantinopla en 330 le trajo importante influencia eclesiástica rápidamente. En el medio siglo siguiente al establecimiento de la ciudad como capital, Constantinopla fue elevada al lugar de principal rival de Roma, especialmente por la obra del emperador Teodosio 378-95), que hizo del cristianismo la religión oficial del estado. El concilio de Calcedonia en 451 volvió a declarar la dignidad de Constantinopla y cándidamente observó que tal eminencia se debía a la importancia política de la ciudad. Evidentemente no fue necesaria ni tradición apostólica ni ortodoxia religiosa para obtener tan elevado lugar. Para este tiempo el obispo de Constantinopla era un instrumento del emperador en muchos aspectos. Esta situación es conocida como papado cesáreo, la dominación de la iglesia por el emperador. Las diversas controversias del mundo oriental hicieron del cristianismo un peligro político potencial.
Así se hizo necesario, para preservar la unidad en la esfera política, que el emperador mantuviera su dedo constantemente sobre la iglesia. Doctrinalmente, el cristianismo oriental desarrolló la misma clase de sacramentalismo y sacerdocio que el catolicismo occidental, aunque practicaba la inmersión trina para bautizar.
A pesar del inevitable choque entre el poder más fuerte de Oriente y el de Occidente, el día del juicio se retrasó por las invasiones en cada área. La invasión mahometana de Oriente no empezó hasta el siglo séptimo. Aun antes del colapso oriental, se hizo aparente que los obispos de Alejandría, Antioquia y Jerusalén no serían capaces de aguantar el conflicto eclesiástico con Roma y Constantinopla. La civilización iba moviéndose al occidente, y estas ciudades vivían de las glorias del pasado.
El obispo de Constantinopla, sin embargo, desafió las pretensiones del obispo romano, particularmente después que el concilio de Calcedonia (451) hubo hablado en términos tan exaltados del lugar del oficio de Constantinopla. Ya se hizo referencia en el capítulo anterior al esfuerzo del papa Félix III para excomulgar al patriarca Acacio de Constantinopla en 484, y a la negación del mundo oriental de aceptar tal autoridad por parte del papa. La historia del papa Virgilio y su humillación por el Oriente (mediante el poder imperial) en el concilio de 553 ya se ha relatado. Las pretensiones del patriarca de Constantinopla se hicieron más extravagantes cuando el emperador Justiniano (527-65) recapturó Italia de los bárbaros cerca del año 536 y empezó a gobernar al papa. Las ambiciones de Constantinopla no eran diferentes de las de Roma. Constantinopla, la capital imperial, ya no sería idéntica a Roma, o ni siquiera igual, pero suplantaría a Roma.
En la última década del siglo sexto el obispo Juan de Constantinopla reclamó el título de "patriarca ecuménico". El papa de Roma, ¡in ayuda de poder militar y político, sólo podía protestar e intrigar, Gregorio I (590-604), hizo circular cartas entre los obispos de Oriente, argumentando que no podía haber tal cosa como un obispo universal o papa, basando sus declaraciones en la igualdad de todos as obispos. El rogaba a los patriarcas de Alejandría y Antioquia que o reconocieran las pretensiones del obispo de Constantinopla, puesto que ellos, como él mismo, eran sucesores de Pedro. El papa no hizo ninguna demanda por su sucesión de Pedro, ni excomulgó a nadie. La batalla de títulos fue ganada temporalmente por el obispo de Constantinopla, aunque Gregorio asumió uno nuevo: “siervo de los siervos de Dios".
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