El hijo y tres nietos de Carlomagno continuaron su reinado, pero la decadencia ya había empezado a socavarlo. El gobierno de la línea carolingia (la línea de Carlos) se rompió en los últimos años del Siglo IX. Con la declinación de un fuerte gobierno central se desarrolló el movimiento conocido como feudalismo. Fue un proceso sencillo y natural. Cuando no hubo un rey central, los caciques locales fuertes se organizaron a sí mismos y a los que ellos podían gobernar, en pequeños ejércitos y reinos. El tamaño del reino dependía de la fuerza del cacique. Algunas veces consistía simplemente de una ciudad; algunas veces incluía grandes áreas. Cada reino se convirtió en una completa monarquía. El soberano o gobernador requería que todos los del área de su reino le juraran fidelidad personal a él.
La clase más baja en este sistema era la de los siervos. Estos hombres y mujeres eran los esclavos laborantes y eran tratados como enseres pertenecientes a la tierra. Arriba de ellos en dignidad estaban los libertos, que no eran esclavos, pero que no tenían privilegios y tenían muy poca libertad. Los nobles eran propietarios de la tierra por el favor del soberano, y administraban a veces pequeños sectores y algunas veces grandes áreas. Eran ellos los que ejercían completa supervisión sobre los libertos y los siervos bajo ellos. Los nobles más importantes servían como una especie de consejo consultivo del soberano y ayudaban en funciones comunales, tales como la administración de justicia y empresas de la comunidad. Cuando amenazaba el enemigo, todos estos vasallos tomaban las armas para proteger los derechos del soberano.
A primera vista puede parecer que el feudalismo dañaría grandemente los intereses del sistema católico romano. Algunos de los reyezuelos podían ser hostiles a las pretensiones del papa. De hecho, el resultado inmediato del feudalismo fue la declinación en autoridad y prestigio del oficio papal. Los obispos eran nobles en muchos de esos pequeños reinos y estaban obligados a jurar lealtad al soberano secular. La obra religiosa se descuidaba por la presión de los deberes seculares.
Sin embargo, cuando se mide en términos de siglos, el sistema papal no fue dañado permanentemente por el feudalismo. Los obispos algunas veces llegaban a ser soberanos en pequeños reinos, o como vasallos algunas veces recibían grandes extensiones de tierra del soberano. Subsecuentemente, muchas de estas tierras cayeron en manos de
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