Un número de grupos no confinados específicamente a una región geográfica dieron gran ímpetu al movimiento de reforma. Los místicos fueron unos de los más importantes. El misticismo consideraba al hombre como poseedor de una afinidad interior con Dios que no requería maquinaria eclesiástica para establecer contacto. La presencia de Dios podía sentirse en el corazón y el alma sin referencia a los sacramentos. Puede observarse que esta actitud podía pasar por alto completamente toda la maquinaria de la Iglesia Romana, porque si uno podía tener una visión de Dios intuitiva e inmediata, sería innecesario usar los servicios del sacerdote y de la iglesia. La mayoría de los místicos, sin embargo, no se oponían activamente a los ejercicios espirituales externos de la Iglesia Romana. Estaban dispuestos a utilizarlos como auxiliares para reforzar su propia conciencia de la cercanía de Dios. Ellos tenían un verdadero interés en la corrupción y los cismas de la institución visible.
Los principales dirigentes de este grupo fueron Meister Eckhart (1260-1327) en Alemania, y Juan Ruysbroeck (1293-1381) y Gerardo Groóte (1340-84) en los Países Bajos. La teología de Eckhart era sencilla: los hombres debieran permitirle a Dios llenarlos hasta que estén realmente embebidos de Dios y sean semejantes a Dios. La modificación de esta idea central en armonía ortodoxa con el sistema sacramental de la Iglesia Romana explica las diferencias en el pensamiento de los sucesores de Eckhart, tales como Juan Tauler (1290-1361) y Enrique Suso (muerto en 1366). La influencia de estos hombres fue mucho más allá de simplemente producir místicos adicionales. En conceptos fundamentales su pensamiento modificó el formalismo y sacramentalismo crasos de muchos teólogos del continente. Un escritor anónimo produjo una obra que Martín Lutero, el gran reformador alemán, publicó posteriormente y a la que apreciaba grandemente y llamaba "teología alemana", por estar en contra de la teología escolástica de la Iglesia Romana. Este escrito estaba profundamente influido por el misticismo alemán y por la teología escrituraria.
El sistema de Roysbroeck en los Países Bajos exaltaba el estudio del Nuevo Testamento y fue muy influyente en la preparación del camino para el movimiento de reforma que estalló después. Gerardo Groóte, un laico místico de los Países Bajos, encabezó la formación de la organización llamada los Hermanos de la Vida Común, cuyo propósito era seguir los conceptos píos y místicos de Roysbroeck y hacerlos accesibles a otros. Ellos establecieron varias escuelas en los Países Bajos y en Alemania. Erasmo asistió a una de esas escuelas por un tiempo, y Lutero mismo también. A Tomás de Kempis se le atribuye haber escrito una guía devocional que todavía es valiosa: Imitación de Cristo.
Muchos de los místicos se encontraban en los monasterios. Meister Eckhart era monje dominico. Indudablemente que las largas horas de reflexión y contemplación proporcionaban amplia oportunidad para desarrollar tendencias místicas o, de hecho, para la aparición de ideas extremas de ceremonialismo. La tendencia era alcanzar cualquier extremo: obtener un apasionado amor por el sacramentalismo excesivo o un vínculo genuino con Dios aparte de las exterioridades. Un gran partido de los franciscanos rompió con la mayoría en un esfuerzo por seguir más de cerca la sencilla ética de su fundador. Su sencillez mística y escrituraria detestaba el cristianismo fastuoso y cismático del papado. Se unieron tan celosamente en el clamor de reforma que fueron condenados como herejes y muchos fueron martirizados.
Clamores Populares de ReformaEl cisma papal, extendiéndose como lo hizo a todas las diócesis y originando serias dudas en la mente de todo católico romano respecto a cuál papa (y cuál obispo) era el verdadero, fomentó en cada parte un deseo popular de reforma. El motivo inmediato era conseguir la unidad del papado. Puesto que los papas rivales se anatematizaron uno a otro y a sus partidarios, lo que realmente negaba la eficacia de cualquier sacramento y acto oficial del falso papa y de sus seguidores, y puesto que nadie sabía cuál era el papa correcto, la mayor confusión y temor general reinaban entre las masas. Las organizaciones de laicos florecieron, y las órdenes de mujeres aparecieron con el énfasis en la necesidad de
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