Conflictos Internos. — Uno de los factores más importantes en la corrupción del cristianismo fue la serie de controversias internas descritas en el capítulo anterior. Mientras que oficialmente condenaba muchas de las perversiones heréticas, el cristianismo inconscientemente absorbió algunas de las enseñanzas que tan ampliamente se propagaban mediante esas controversias. La doctrina de los pecados mortales y veniales fue tomada del montañismo, y también los énfasis ascéticos y monásticos. El gnosticismo había enseñado que había una serie de personas mediadoras entre el hombre y Dios; la idea de santos mediadores que invocaran las bendiciones de Dios creció en el cristianismo.
El poder mágico de las ordenanzas que las cambió a sacramentos vino sin refinar del paganismo. Las ideas judías apresuraron el desarrollo del sistema sacerdotal. El gobierno romano secular proveyó un modelo de organización que fue duplicado por la monarquía eclesiástica que se desarrolló en siglos posteriores. La expresión de la verdad cristiana en terminología filosófica era inevitable en el curso de las diversas controversias, pero sirvió para barnizar la espiritualidad con argumentos. Las diversas luchas internas tuvieron un gran papel en el engrandecimiento de la estatura del obispo, puesto que él era el llamado a ser el campeón de la ortodoxia.
Rivalidad Eclesiástica.— Debe recordarse que el oficio de obispo había sido separado del de presbítero o sacerdote y había llegado a ser sucesivamente el poder gobernador en una iglesia local, la cabeza eclesiástica de una diócesis (una ciudad) y el príncipe espiritual de un territorio, a veces de toda una provincia. El crecimiento de concilios o sínodos para consejo y ayuda mutua relacionó a los obispos entre sí y alentó la oportunidad de un liderato más amplio para los obispos más dotados. Una de las prácticas comunes durante las controversias era que uno de los partidos se asegurara la reacción favorable de uno o más obispos fuertes antes de que estallara el conflicto. Esto aseguraba aliados, pero también acrecentaba el prestigio e influencia de los obispos a quienes se había apelado, porque les daba la oportunidad de actuar como jueces.
Para 325 los obispos más influyentes en el mundo mediterráneo eran los de Roma, Antioquia y Alejandría. Ya estos obispos estaban luchando por elevarse al lugar ocupado por éstos. La rivalidad intensa avivó las llamas de la ambición, a la que normalmente no le faltaba combustible. La recriminación, la condenación, y la falsificación ultrajante de documentos oficiales en un esfuerzo por obtener el primer lugar caracterizó esta lucha entre obispos. ¡Qué contraste con las enseñanzas del humilde galileo!
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