El modelo de adoración en el Nuevo Testamento consistía principalmente de cantos, lectura de las Escrituras, oración y predicación, El servicio no requería altar ni ritual, porque Dios era reconocido como espíritu y podía ser alcanzado por medio del espíritu. Sin embargo, un cambio ocurrió alrededor del 325. La idea de que los sacramentos eran mágicos trajo un cambio a la naturaleza de la adoración. En vez de ampliar su ministerio profético o de predicación, el presbítero local empezó a funcionar como sacerdote. De hecho, después del Siglo IV el mismo nombre "presbítero" empezó a desaparecer, y el título de su oficio vino a ser "sacerdote". Este desenvolvimiento podía esperarse cuando los sacramentos se hicieron mágicos; se necesitaba una capacitación sacerdotal para administrar esta clase de rito.
Consecuentemente, el centro de la adoración vino a ser la observancia déla cena del Señor, que ya se llamaba "misa" (de la palabra latina que significa "despedir", cuando a los que no estaban capacitados para participar de la Cena se les pedía dejar el templo). (También resulta lógico pensar en que otro significado de la palabra latina es sangrar o sacar sangre. Esto parece más cercano a la idea original de la Cena o aun de la misa misma, dado que en ambas aparece la idea de la sangre de Cristo, aunque con diferente interpretación. N. del Tr.)
La naturaleza mágica de los sacramentos también trajo énfasis sobre la forma, las palabras y los materiales adecuados usados al administrarlos. En la religión romana se hizo gran hincapié en pronunciar el ritual exactamente, como un medio de hacer el servicio eficaz. Si una palabra era mal pronunciada u omitida, la naturaleza mágica del servicio religioso podía no ser apropiada. Este espíritu empezó a prevalecer en el cristianismo romano: el ritual debía ser repetido exactamente de acuerdo con la fórmula para que fuera eficaz. Aun más, esta corrupción en la naturaleza de los cultos contribuyó grandemente al desarrollo de los medios catequísticos de instrucción en doctrina religiosa. Puesto que el culto era dedicado al ritual sacerdotal, se hizo necesario instruir a los niños y a los nuevos convertidos en el ritual adecuado tanto como en los rudimentos de la doctrina cristiana en ocasiones distintas a las de los servicios en la iglesia. Se prepararon compendios del ritual y de la doctrina, y a los neófitos se les exigió aprenderlos de memoria como un requisito previo a la admisión.
Finalmente, la naturaleza puramente espiritual de los servicios se cambió. Se lucieron populares las grandes procesiones y el esplendor externo, a la manera de los desfiles paganos. Los lugares identificados con el cristianismo primitivo se volvieron santos y se les tributó especial reverencia. Eran buscados los huesos de los mártires y otros vestigios materiales, y se les atribuía poder mágico. Los días santos recibieron nombre y eran guardados. La Pascua ya se apartaba desde el tiempo de los apóstoles, pero se le añadieron nuevos días. Tanto el bautismo como el nacimiento de Jesús se habían estado celebrando en enero durante este período, pero en un esfuerzo por ganar a los paganos, la celebración del nacimiento de Cristo se cambió inmediatamente después del fin del período que termina en diciembre 25, una fiesta romana y escandinava.
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