Los primeros doce capítulos de Hechos describen la historia del movimiento cristiano durante los primeros quince años después de la muerte y resurrección de Cristo. El Espíritu Santo fue dado de acuerdo con la promesa de Cristo, para dar poder para testificar en un mundo hostil, para traer la presencia de Cristo, para dar comunión y fortaleza y para dar la dirección de Cristo al iniciar movimientos importantes.
En Pentecostés fueron salvados hombres de todas partes del mundo, e indudablemente regresaron a sus propias ciudades a establecer iglesias cristianas. La persecución, la necesidad, y las disputas internas, eran sólo obstáculos temporales (ver Hechos 3-6). El martirio de Esteban marca un punto decisivo en dos respectos: empezó la persecución que saco a los cristianos de Jerusalén hacia Judea y Samaria llevando su testimonio; y movió profundamente a Saulo el perseguidor hacia una conversión personal a Cristo.
El testimonio local se extendió por la predicación de Pedro a los gentiles (por lo que se le pidió dar una explicación ante la iglesia de Jerusalén), la fundación de la iglesia gentil de Antioquia, y por el martirio, de Jacobo, el hijo de Zebedeo.
La conversión de Saulo, su preparación para el servicio, y su ministerio en Antioquia, proveen el fondo para la segunda etapa del desarrollo cristiano.
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