EL AVIVAMIENTO CATÓLICO ROMANO
La palabra "contrarreforma" que se aplica algunas veces a la actividad de la Iglesia Católica Romana durante este período, no es completamente exacta. Es mejor llamarla sencillamente el avivamiento católico romano. Por supuesto, es cierto que la dirección tomada por la Iglesia Católica Romana obedeció a, y reaccionó contra los movimientos de reforma de Lutero y de otros. De hecho es difícil juzgar si la Iglesia Católica Romana fue herida o bendecida por el movimiento conocido como La Reforma. Los sucesos de este período puede ser que hayan salvado a la Iglesia Católica Romana de la completa decadencia interna y del provincialismo, en un tiempo en que el mundo estaba en rápida expansión. Ciertamente, sin el estímulo y la redefinición que surgieron del conflicto con los reformadores, la Iglesia Romana hubiera estado mal preparada para enfrentar lo que le esperaba en un mundo nuevo y más grande.
El Fondo del Avivamiento Católico Romano
Movimientos Nacionales de Reforma. — Ya se ha hecho notar que os concilios reformadores qué apuntaban a la Iglesia Romana en el siglo XV fracasaron por la oposición papal. Los papas nunca jamás han tenido que tratar con concilios reformadores antagonistas como los de Pisa y Constanza. Mediante la manipulación de la constitución, de la .agenda, y del método de votación, los papas han podido gobernar los subsiguientes concilios y sus decisiones.
Un nuevo mundo nació en el siglo XV. Hasta entonces las principales luchas de la Iglesia Católica Romana habían sido con su contraparte en la esfera política, el Santo Imperio Romano. El ideal de un imperio político universal estaba muriendo, sin embargo, y en su lugar vino la aparición de un fuerte espíritu nacionalista. El papado se vio forzado ahora a habérselas con estados soberanos. Francisco I (1515-47), el rey francés durante la Reforma, pudo en alto grado gobernar la iglesia y el estado en su país. Debe recordarse que después del fracaso del Concilio de Basilea, Carlos VII de Francia, junto con los nobles y el clero, promulgó en 1438 la Sanción Pragmática de Bourges, que estipulaba suficiente control estatal para impedir algunos abusos papales. Inglaterra, bajo Enrique VIII (1509-47) ejerció considerable control estatal sobre la iglesia antes de su rompimiento con Roma en 1534. Los estados alemanes, abrumados por príncipes eclesiásticos y retardados por tácticas papales divisivas, no poseían unidad política nacional y continuaron sufriendo bajo los abusos papales, observando todo el tiempo a los estados más afortunados que los que los rodeaban. No es de sorprender que la Reforma se extendiera como fuego en esta atmósfera.
Tal vez el área más significativa en la aparición de los estados nacionales fue la de España. Se desarrolló rápidamente. Se unió en 1469 por el matrimonio entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, y se extendió mediante subsecuentes conquistas. Por medio de la represión de todas las fuerzas disidentes dentro de la península, y moviéndose con osadía y firmeza en la política europea, Fernando e Isabel contribuyeron para dejarle a su nieto, Carlos I, el gobierno más fuerte del Continente. Aunque no había evidencias de sublevación en España contra el control papal, la pareja soberana reconocía la necesidad de mantener la integridad del estado al tratar con la Iglesia Romana. Al asumir el control de la Iglesia Romana en su estado, Fernando e Isabel dirigieron sus esfuerzos a la purificación y fortalecimiento del clero y a mantener, tanto como fuera posible, el concepto medieval de la soberanía papal. El rey español (Carlos) se convirtió en el Santo Emperador Romano en 1519, y en la Dieta de Worms se declaró decidido a mantener las normas medievales del catolicismo romano que sus antepasados habían conocido. La historia de la Iglesia Romana durante este período se vio grandemente ensombrecida por los conflictos entre el emperador, decidido a proteger la antigua Iglesia Católica Romana y su pura doctrina, y prácticamente cualquier otro poder, incluyendo a los papas.
Preparando el camino para Carlos, y en muchos sentidos constituyendo la inspiración del tipo español de reforma, estaba Jiménez de Cisneros (1436-1517). Educado en España y en Roma, Jiménez era talentoso, consagrado, incansable e inhumano. Escogido como confesor por la reina Isabel, Jiménez fue nombrado arzobispo de Todo y canciller de Castilla, a pesar de sus aparentemente sinceras protestas para aceptar el alto puesto. Uniendo la autoridad real y la eclesiástica, Jiménez fundó la Universidad de Alcalá (Complutum) y arreglo la producción de la Políglota Complutense, en la que el Antiguo Testamento era impreso en hebreo, griego y latín, y el Tárgum de los primeros cinco libros de la Biblia, mientras que el Nuevo Testamento tenía el texto en griego y latín. Erasmo publicó su Nuevo Testamento griego en 1516, pero Jiménez ya había impreso su texto para B15, aunque el permiso papal para su publicación demoró su aparición hasta 1520.
Jiménez ordenó que todos los mahometanos de España, que se habían asentado allí después que Carlos Martel los había hecho retroceder de Francia en 732, se volvieran cristianos o fueran desterrados. Los demás, la rígida disciplina de Jiménez se dice que lo indujo a echar l España a un millar de monjes, antes de su muerte en 1517. Su celo aspiró un avivamiento teológico y complementó la obra de Torquemada en la observancia de la Inquisición, que la corona había empezado en 1480. De esta manera España ya había instituido un tipo de reforma de la Iglesia Romana en los últimos años del siglo XV, pero era principalmente un movimiento nacionalista, fuertemente medieval e intolerante. Ningún movimiento de reforma protestante empezó sobrevivió en este reino durante el período de reforma.
El Humanismo y la Iglesia Romana. — Otro factor que afectó la Iglesia Católica Romana en su relación con el movimiento de reforma fue la obra de los humanistas. Escudriñando, como ellos lo hicieron su los escritos antiguos, tanto cristianos como clásicos, estos hombres rieron la gran diferencia entre el movimiento cristiano primitivo y la iglesia Romana contemporánea. Puede haber poca duda de que los humanistas de todos los países prepararon el camino para la reforma protestante. Algunos de ellos se le unieron; otros más permanecieron dentro del marco de la Iglesia Católica Romana y se atrevieron a instalarla a dirigirse a la eliminación de los abusos y la superstición. Desiderio Erasmo de Rotterdam (1466-1536), indudablemente el humanista sobresaliente del Continente, realmente sugirió un plan para la clase apropiada de reforma. Por años él había estado atacando las leyendas supersticiosas del catolicismo romano contemporáneo, y sus escritos se parecían tanto a los de Lutero que después fue obligado a negar que él era autor de algunos de los tratados de Lutero. Erasmo quería una reforma sin violencia ni malos sentimientos. El sugería que los sacerdotes sencillamente fueran educados de la manera correcta y que entonces enseñaran a la gente un tipo puro de cristianismo. Sus esfuerzos no triunfaron. En su mayor parte, el humanismo no deseaba meterse en una revolución para obtener la reforma, y aparentemente se necesitaba una revolución.
La Piedad Católica Romana y la Reforma. — En el escalón más alto de la Iglesia Romana había un genuino interés por el fortalecimiento de la vida espiritual de ese cuerpo. En el mismo año que Lutero publicó sus tesis, un grupo de católicos italianos formó el Oratorio del Divino Amor, una sociedad de tipo devocional con el propósito de profundizar la vida espiritual y eliminar los abusos. Entre sus miembros estaba Caraffa (quien después llegó a ser el papa Pablo IV) y Sadoleto (que trató de atraer de nuevo a Ginebra al redil católico cuando Calvino fue exilado a Estrasburgo). Esta piedad, debe hacerse notar, estaba canalizada a la lealtad a la antigua institución.
Reacción Papal a los Esfuerzos cíe Reforma Antes de 1540
Los fuertes pero fallidos esfuerzos por reformar el papado mediante concilios aparentemente fueron desperdiciados. Los papas siguientes parecieron considerar el fracaso de los concilios como un voto de confianza en los métodos sin escrúpulos y en la vida descuidada de los papas anteriores, y también como una evidencia de que los abusos generales de doctrina y práctica eran de menor interés. Ya se ha mencionado la vida licenciosa de Pío II (1458-64), Sixto IV (1471-84), y Alejandro VI (1492-1503). Julio II (1503-13) encontró necesario convocar a un concilio general como un medio de derrotar un concilio reformador del rey de Francia y del emperador en 1510. El concilio se reunió en Roma en 1513, poco después de la muerte de Julio. Tuvo felices resultados para el papado. Los cardenales franceses que habían criticado severamente las corrupciones papales fueron pacificados. Más importante aún: en 1516 se alcanzó una nueva comprensión entre el papa León X (1513-21) y Francisco I de Francia, por la cual la Sanción Pragmática de 1438 fue abrogada y el rey y el papa consintieron en compartir las riendas eclesiásticas de Francia. Después de aprobar este acuerdo el concilio se disolvió en marzo de 1517; en octubre de ese año estalló la reforma luterana.
Aunque tardía en aparecer, una bula papal de noviembre 9 de 1518 corrigió algunos de los peores abusos. Debe recordarse que la esencia de las protestas primitivas de Lutero consistía en la negación de que las indulgencias pudieran perdonar la culpa sin arrepentimiento. Este punto cardinal fue concedido por la bula papal. También fíjala autoridad papal como inmediata a la tierra solamente, aunque concedía considerable influencia a las peticiones del papa por las almas en el purgatorio, por los méritos de Cristo y de los santos. Esta bula no representó una concesión a Lutero ni una revisión de la doctrina católica romana. Lo contrario era lo cierto. El papa había hecho ahora explícitas declaraciones de la ortodoxia católica romana, a menos que las atacara, Lutero sería condenado por anarquía eclesiástica tanto como por defección doctrinal. Empezaron a formarse las líneas en cada lado de la controversia. Apareció un considerable cuerpo de literatura, alguna atacando y alguna defendiendo al gobierno y doctrina católicos romanos. Hasta Enrique VIII dé Inglaterra, después Erasmo, escribieron como defensores de la fe.
El breve pontificado de Adriano VI (1522-23) hizo poco, excepto apoyar fingidamente la reforma. Clemente VII (1523-34) aprobó la tradicional costumbre de aplastar a los disidentes eclesiásticos marcándolos con hierro como herejes listos para la hoguera, y de combatir a los príncipes protestantes por el recurso de alianza política. Su juicio frecuentemente era muy pobre. Su apoyo al rey Francisco I de Francia realmente ató las manos del emperador Carlos V de España, cuando Carlos estaba dispuesto y podía matar al joven y débil movimiento luterano. La influencia del "equilibrio de poder" político de Clemente, dirigido contra los crecientes Hapsburgo durante el período critico de la reforma, es posible que haya salvado la reforma protestante. En 1527, enojado por las tácticas de Clemente, Carlos permitió que un ejército invadiera Italia y tomara prisionero al papa, las penalidades de lo cual probablemente apresuraron la muerte de Clemente.
Su sucesor, Pablo III (1534-49), obró cuidadosamente. De entre filas del Oratorio del Divino Amor y de otras conocidas como favorecedoras de la reforma limitada para suprimir los abusos, él nombró varios nuevos cardenales: Caraffa, Sadoleto, Pole y Cantarino, y formó una comisión bajo su dirección para investigar e informar sobre la necesidad de una reforma. Aunque el informe de 1538 no fue inmediatamente efectivo para producir acción, la preparación del mismo y el entrenamiento dado a los hombres que pronto tendrían los puestos más altos de dirección en la Iglesia Romana, lo hicieron significativo. Muchas de las ideas de este informe fueron incluidas en la acción' tomada por el Concilio de Trento.
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