Históricamente, el movimiento occidental modificó el carácter del monasticismo. Aunque el monasticismo había sido originalmente un movimiento de laicos, el monasticismo occidental hizo sacerdotes a todos los que tomaban los votos monásticos. Aun más: el movimiento occidental exageró el monasticismo como un instrumento para impulsar el mismo sistema eclesiástico contra el que era en parte una protesta. Los monjes se convirtieron en los misioneros y soldados de avanzada del cristianismo. De hecho, las órdenes monásticas han estado al frente de cada victoria obtenida por la Iglesia Romana desde la Edad Media.
El nombre sobresaliente del monasticismo occidental fue el de Benito de Nursia. Alrededor del año 500 Benito se convirtió en ermitaño y en 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur de Roma. Su sistema hacía hincapié en la adoración, el trabajo manual y el estudio. En menos de trescientos años los monasterios que seguían esta regla cubrieron el continente europeo. Más que cualquier otro hombre, Benito fue responsable de vaciar el movimiento monástico en moldes de líneas prácticas y de reconciliar sus ideales con los de la iglesia*
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