Benedicto en los ojos de judíos y católicos

Los altibajos de Benedicto

Judíos y católicos observan expectantes, semana a semana, para qué lado han de apuntar el papa y sus colaboradores en el conflicto desatado por la lengua de Richard Williamson, a quien el sucesor de Juan Pablo II levantó la excomunión decidida por aquél. El obispo británico no acepta los resultados del Concilio Vaticano II referidos a liturgia y culto, y hace algunas semanas salió a negar o al menos disminuir el horror del Holocausto del siglo XX. Según Osvaldo Bayer, Ratzinger “cometió el gravísimo error –o no error desde su punto de vista anterior a los hechos– de haber levantado la excomunión a cuatro sacerdotes del sector de Lefebvre, uno de ellos –nada menos– había negado la existencia del Holocausto nazi contra los judíos. Fue el obispo británico Williamson, quien sostuvo que “no fueron seis millones los judíos muertos por los nazis sino entre 200 mil y 300 mil”, y negó la existencia de cámaras de gas en los campos de concentración nazis, como Auschwitz, por ejemplo”. Benedicto XVI debe estar en un profundo debate interno acerca de lo que debe decidir como autoridad del catolicismo romano o lo que quisiera elegir como sacerdote de tendencias conservadoras. Se debe considerar que levantó el castigo que su antecesor había hecho a los lefebvristas por hacer rancho aparte, negar la autoridad del Concilio Vaticano II y conservar los ritos y los ornamentos de la liturgia pre-conciliar. Pero Benedicto, comenzado su pontificado, autorizó la celebración de ritos en latín, en una época en que las ceremonias católicas se hacen en las lenguas nacionales conforme al ‘aggionamiento’ con que Juan XXIII revolucionó la Iglesia de su tiempo. Hans Küng, teólogo exponente del pensamiento más progresista del catolicismo, expresó que “el papa Benedicto ha tomado, desgraciadamente, un curso cada vez más a la derecha. Justo da por terminada la excomunión a los sacerdotes que niegan los resultados del II Concilio Vaticano, cuando se va a cumplir medio siglo de ese acontecimiento vital. Eso lo demuestra todo. Poco a poco, el Papa actual se ha puesto en marcha para terminar con los logros progresistas de ese Concilio, por ejemplo con el retorno de la antigua misa en latín, con la reimplantación del pedido a Dios de la conversión de los judíos y ahora justo con el levantamiento de las penas contra los enemigos de ese Concilio que trajo tanto progreso a la Iglesia. Este Papa tuvo la oportunidad –como prefecto de la Congregación de la Fe, que trata de todos los procedimientos inquisitoriales– de aprovechar para avanzar, y no para volver al viejo rostro de la Iglesia”. Küng recordó en un reportaje reciente la carrera eclesiástica de Ratzinger antes de ser elegido sucesor de san Pedro. “El lleva a cabo un profundo conservadorismo, que él mismo había superado –sólo por breve tiempo– en los años ’60. Fue cuando, después de haber estado en la Universidad de Tübingen, donde trabajamos juntos y donde durante tres años se respiró un aire fresco renovador, volvió a lo de antes. Volvió a un rumbo absolutamente reaccionario, que siguió teniendo cuando fue cardenal en Munich y ahora como Papa, para gran daño de toda la Iglesia Católica. Desde entonces él votó por todos los documentos reaccionarios de Juan Pablo II, por ejemplo, dentro de la enseñanza ‘sagrada’ de que nuestro bondadoso Dios no desea a ninguna mujer como sacerdote. O la medida que ha tomado contra los teólogos de la liberación, Jon Sobrino, de El Salvador, y el padre jesuita norteamericano Roger Haigh, a quienes les ha prohibido la enseñanza y la publicación de sus escritos”. El papa, que justifica la readmisión de Williamson y compañía bajo la excusa de que se debe recibir en el seno de la Iglesia a todos sus miembros, no parece igual de interesado en ir a buscar a tantos teólogos y clérigos apaleados por la Iglesia en el último medio siglo por su tendencia tercermundista y su retraducción de muchas directivas católicas en torno a la pastoral social y a la inserción de lo eclesial en los acontecimientos temporales, especialmente los más problemáticos, como la pobreza y la injusticia social. Tras las declaraciones de Williamson en torno al Holocausto perpetrado por los nazis la acción del actual Vicario de Cristo se limitó a unas palabras, como cuando en estos días, en una audiencia dada a autoridades de organizaciones judías de Estados Unidos, expresó: “Negar o minimizar ese crimen es intolerable e inaceptable. (…) La Iglesia está profundamente comprometida con el rechazo del antisemitismo. (…) Estamos profundamente tristes por el comportamiento de aquellos que han hecho sufrir a sus hijos y pido perdón. (…) el odio y el desprecio por hombres, mujeres y niños que se manifestó en el Holocausto fue un crimen contra la humanidad. Esto debería estar claro para todo el mundo, especialmente para aquellos que se basan en la tradición de las Sagradas Escrituras”. Pero el jefe de la Iglesia no ha vuelto atrás con su gesto hacia Williamson ni ha mostrado voluntad de meter mano en la Fraternidad San Pío X, donde todavía encuentran acogida los lefebvristas. Sólo se sabe que se le ha prohibido hablar en público, nada más; pero no se lo ha visto retractándose. Precisamente en estos días y ante sus invitados judíos Benedicto XVI anunció un pronto viaje apostólico a Israel, donde seguro lo aguardarán expectantes. Página/12 resumió lo complejo del panorama: “Las relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel se complicaron después de que el Rabinato israelí rompiera relaciones el 28 de enero por la decisión papal de rehabilitar a Williamson. Pero otros asuntos generan fricciones entre los dos Estados, como el proceso de beatificación del papa Pío XII, acusado de haber guardado silencio ante el Holocausto de los judíos”. Y no sólo judíos, sino también muchos católicos de la Iglesia romana, están preocupados por los altibajos de Benedicto, que parece avanzar a trav Ever Quattriniés del retroceso, que acentúa las posturas más conservadoras y va deshaciendo largos y costosos esfuerzos de progreso que su Iglesia debatió y debatió para ponerse al día y responder a las necesidades (no sólo espirituales) de un mundo que va re-significando y re-inventando sus sistemas de creencias. Ever Quattrini